Sin dolor, sin sentirlo y padecerlo, seríamos fieras sin ningún freno, donde todo lo devoraríamos y lo arrasaríamos. Por lo que, la vida tal y como está diseñada ha de ser con dolor.
Por eso la vida, vivir, es dolor. Y no hay manera de quitárnoslo. Solamente podemos ir más allá del dolor, comprendiéndolo, amándolo.
Todo en la vida es infinito, por lo que mirar, decir, oír, también lo es. Así que, si no hay una necesidad de ello, todo se convierte en una especulación, en un pasatiempo y entretenimiento, en un peligro pues todo eso nos lleva a la confusión, al desorden.
La belleza está en cada criatura, en todo lo que existe. ¿Por qué no lo vemos y nos quedamos en un fragmento de todo lo que existe? Es por falta de sensibilidad, por la vida tan vulgar y superficial que llevamos. Así que, mientras no descartemos toda esa superficialidad, nuestras vidas serán vulgares, superficiales, infantiles.
¿Por qué creemos que amar es una decisión voluntaria, como ir al supermercado y comprar un paquete de amor? El amor es, o no es. No se le puede llamar, ni hacer nada como una práctica, un método para que venga. El amor, tal vez, cuando miramos a otro lado, sin ninguna intención, si es que somos afortunados, puede que esté ahí.
La mala fama de la mujer, le viene por su falta de poder físico. Pues al no poder con los hombres -físicamente-, han de tener una actitud clandestina, intrigante, oculta, ante ellos. Es decir, como en las batallas, el más débil no puede enfrentarse en el campo abierto, porque sería destrozado, por lo que su actitud es sorpresiva, inesperada, traicionera.
Pero, esa actitud de la mujer, que a los hombres les hace decir que son ‘brujas’, es la misma que tienen ellos también, aunque sea en otro ámbito y nivel.
Jiddu Krishnamurti, había ido más allá de lo humano, pero volvía recurrentemente. La pregunta es: ¿Puede alguien estar todo el tiempo más allá de lo humano, es decir no afectarle nada de lo que ocurre a los demás ni al mundo?
Por ahí vamos bien: sí, pero no; no, pero sí.
El problema del sexo es que soluciona nuestros problemas, pues le hemos dado excesivas expectativas. Tanto el placer, como el dolor, son infinitos, por lo que en ambos podemos convertirnos en monstruos. ¿Cómo es así que el placer y el dolor nos pueden convertir en monstruos? Si nos hacemos adictos, entonces estamos acabados, poseídos, llenos de placer y dolor. ¿Podemos verlo ahora y no pasar por ese proceso de que el placer nos lleva al dolor, que no tiene fin? Para que venga lo nuevo, hemos de morir a lo viejo y repetitivo, ¿estamos de acuerdo? Pues si morimos a lo viejo, que es el dolor, lo nuevo es el fin del dolor.
El que nos hace daño –si queremos-, podemos descartarlo radicalmente, morir y acabar con esa relación. Fin del problema.
¿Es lícito usar a los animales para nuestra propia diversión, disfrazándolos como si fueran personas, o es una degradación, una banalización de sus vidas y necesidades? Los animales, son inferiores a nosotros, por lo que ellos siempre tienen las de perder cuando viven con nosotros, pues dependen de la comida y el cuidado que les damos. ¿Por qué es que hemos de tener animales con nosotros, tan debilitados y deteriorados estamos, que necesitamos de ellos?
Lo feo y lo bello, si no lo tocamos, si solamente lo observamos atentamente, es sublime. Pero, cuando eso lo queremos provocar, manipular, llevarlo por el tiempo y el espacio, eso que es sublime se convierte en otra fealdad. Ya que nos cusa confusión y desorden en nuestras vidas.
Para ARENAL. Revista de Historia de las Mujeres. Universidad de Granada.
He recibido un correo electrónico, vía ‘Somos Mujeres’, donde comentáis sobre el uso que hicieron las mujeres de él. Gracias.
El Camino de Santiago –que desde hace unos años se ha puesto de moda para algunos que creen en esas maneras de religiosidad-, es como una romería donde la gente se reúne por motivos religiosos. Pero como en toda actividad humana, lo meramente religioso, espiritual, ritual, litúrgico, etc., pasa a un segundo plano, imperando lo mundano, la persecución del placer: disfrutar de la libertad del aire libre, del movernos por espacios nuevos, de los contactos que la vida nos depara -relacionales, costumbres y maneras de vivir diferentes, sexuales-.
Por lo que, una actividad religiosa, espiritual, pasa a convertirse en un negocio más de la vida, con su vulgaridad y banalidad, con sus intereses del mercado -marketing-. A no ser que aceptemos, que la religiosidad es la totalidad de todo aquello que incluye la vida, sin excepción alguna.
¿Por qué queremos remover el pasado, que ya está muerto, y complicarnos la vida? ¿Es por vengarnos de alguien que nos hizo daño –que no va a resolver nada, pues todo eso no puede volver atrás-? La vida, si queremos vivir completamente, ha de ser en el presente, en el ahora. Todo lo demás es la estupidez, del querer y no poder, del insistir generando confusión y desorden en nuestras vidas.
Si luchamos por algo, aunque parezca noble, bueno y deseable, va a generarnos división y conflicto, brutalidad y crueldad. ¿Es eso lo que queremos? ¿Por qué luchar si lo que tenga que venir, va a hacerlo de una manera u otra? Si actuamos adecuadamente, en orden, la vida nos dará lo que necesitemos.
Cada uno ve lo que es la vida según su condicionamiento. Por eso, es tan importante, es preciso, el que descubramos todo el condicionamiento a que nos han sometido, programado –no solamente el de nuestras familias y entorno, sino el de hace un millón de años-. Si es así, que somos capaces de verlo, entonces la vida no es eso que yo creo, sino algo que es mucho más trascendente, algo que está interrelacionado con todo, donde las opiniones personas es una ilusión.
La verdad, la realidad, no tiene ningún camino, ni senda, solamente uno ha de descubrirla de instante a instante, muriendo a todo lo que sucede a cada segundo que pasa. Y entonces, lo nuevo, la belleza, lo que no ha sido tocado por nada se manifiesta.