1. Cuando no hay contradicción ni conflicto con lo que está sucediendo, con la realidad, entones esa dicha del vivir, está ahí.
2. Eso quiere decir, que cuando llega la autonomía, nos hacemos más independientes, el ángel se convierte en diablo, no porque lo sea, sino porque a nosotros nos lo parece.
3. De una manera o de otra los pétalos se han de marchitar. Todo depende de la suerte, que ese deterioro sea rápido o menos.
4. Cuando la comprensión y la inteligencia están ahí, la lucha se convierte en un gozo. ¿Por qué no podemos vivir de esa manera sin que la lucha y el conflicto estén siempre ahí?
5. Temibles somos todos, para los conservadores carcas, cuando somos libres.
6. El enamoramiento es una mezcla de ilusión, de necesidad tanto física como psíquica, y social -al darnos prestigio-. Es una mezcla de lo más ganancial en el comienzo. Pero, al momento llegan, como en todo, los problemas. Pues el enamoramiento, como toda actividad humana, es entre dos, es de relación ente ‘tú’ y ‘yo’, donde cada uno tiene sus intereses.
7. Todos cuando nos equivocamos, porque nos equivocamos, estamos equivocados. Pretender lo contrario, es una alucinación y un delirio peligroso. Los conflictos y las guerras llegan porque nadie quiere asumir sus errores: que son violentos y guerreros asesinos.
8. El estilo, lo que tiene belleza, que es sentirse unido con lo que hacemos, para que la sencillez y la comodidad –que es la lógica operando-, nos liberen de los problemas.
9. Eso es lo que se dice estar en celo: una obsesión mezcla de la actividad de las glándulas sexuales y el deseo de seguridad que nos trae el placer tanto físico como psíquico.
10. Eso forma parte de la vida, porque nos somos una pared en blanco. Somos vulnerables, estamos expuestos a todo lo que es la vida. Físicamente sucede lo mismo, todo puede cambiar favorablemente o no. En la medida que lo comprendamos, esos cambios dejarán de perturbarnos, molestarnos, al ir más allá de ellos.
11. Tanto el pasado, como el futuro nos pueden deprimir. Porque nos pueden provocar miedo, angustia, náusea.
12. Todo lo de la vida lo hacemos para sentirnos seguros, porque tenemos miedo, nos sentimos inseguros. Por tanto, como todos somos iguales, nadie nos puede ofrecer una verdadera seguridad, una segura seguridad
13. Esa misma situación es aplicable a las mujeres: ¿vale tanto una mujer par que tenga dos hombres a la vez, y que un hombre tenga tan poco valor para que haya de ser el segundo?
14. Eso mismo decían los virreyes cuando en América era precisa la independencia de España: ‘La independencia, no es viable, ni políticamente ni jurídicamente.’ Pero ese es el cuento de los carcas nacionalistas centralistas españoles, dictadores crueles, subdesarrollados mentalmente.
15. Vivir para los seres humanos, es sentir, es percibir eso que está sucediendo. Y antes de eso está la consciencia, ser consciente de que somos. Por tanto, todo el problema está en tener una consciencia y percepción alerta, no confusa ni alterada. Ya que de lo contrario, habría una mala percepción, ya sea subjetiva, alucinante, delirante, donde el caos imperaría por todas partes. La misma naturaleza, para poder funcionar necesita un orden estricto y matemático: las combinaciones en física y química son precisas e inalterables. El agua está ahí hasta que se evapora por el efecto del calor del sol. El agua no puede decir: ‘Yo no quiero evaporarme.’ Ni el solo puede decir: ‘Yo no quiero calentar e iluminar, provocar lo que provoco en los planetas.’
Esa percepción, sentir, ese ser consciente de todo lo que hacemos, ¿por qué es que no la tenemos, y vivimos distraídos, huyendo, planificando, o mirando hacia atrás?
16. La vida no tiene seguridad alguna, lo que hoy es, mañana puede desaparecer. Así que hemos de estar preparados: tener lo que tenemos pero sabiendo que no es nuestro, ya que somos como los administradores temporales.
17. Era una higuera inmensa alejada unos diez kilómetros del pueblo que tenía acceso a ella. Estaba en un trozo de tierra al lado de una noria de sacar agua para regar el huerto de naranjos, que ya no se usaba. Las ramas le caían, estaban por arriba, en los lados, y por todas partes había la armonía que el viento y los hombres, la iban conformando. El campo de naranjos era largo y estrecho y al final de él, estaba el río majestuoso y profundo, que enseñaba una cara alta de tierra de un cincuenta metros, toda roja a punto de caer cuando el agua baje arrasadora, pues estaba en una curva que la envestía.
Los pájaros allí estaban en su medio natural, yendo y viniendo, con toda la tranquilidad que un animal puede tener. Pasaban de la parte de la orilla del río, donde depositaba en cada avenida tierra, lleno de árboles altos –hayas, y otros- que crecían a su manera, a los naranjos que se extendían en la planicie de ambos lados de varios kilómetros. Todo era selvático, allí en la orilla de ese maravilloso río, suave, lento, pues sólo le quedaban una decena de kilómetros para llegar al mar. Por lo que todos los animales disfrutaban, venían desde lejos, de los arrozales –garzas, el alción o Martín pescador, patos- a dormir allí en las orillas del silencioso río. Que al haber tanta quietud, todos los gritos y cantos resonaban como si el lugar estuviera vacío. También estaban los perros asilvestrados, las serpientes, las ratas, los mustélidos, donde en algunos tramos del río llenos de cañares, se oían gritos y susurros, tal vez de una perra con crías, que avisaba que no nos acercáramos más.
Tanto en la mañana, tan sugerente al ofrecer la seguridad que da el nuevo día, al pasar ya la oscura y peligrosa noche, como los atardeceres y su recogimiento, el río tenía una magia extraña, atrayente, como si estuviera invitando a que nos quedáramos allí.