Vicktor. Amar es un arte. Pero para tener ese arte, hay que ser sensible. Y ser sensible, es preocuparse por todo lo que existe, por lo que vemos y no vemos, por los que están cerca de nosotros y por los que viven lejos.
Martiza. Digamos lo que digamos, pensemos lo que pensemos, la vida tiene algo que no la podemos manejar. Si yo soy joven, cómo puedo ser mayor; si yo soy viejo, cómo puedo ser joven. Si soy una persona que nos sabe leer ni escribir, ni entender las maneras como funciona un ordenador, pues vivo en la selva –y tengo setenta años- , cómo se puede eso cambiar.
Lo importante es comprender eso que somos, atenernos a ello, sin huir de ello, sin pretender cambiarlo, y no inventar lo que me gustaría ser. Pues, en la comprensión de lo que somos, la energía nos llega en su totalidad para poder responder adecuadamente a los retos, que es lo que son los hechos.
Soledad. Si dedicamos nuestras vidas a ser como los demás quieren que seamos, entonces esos mismos a los que hemos creído y obedecido nos destrozarán. Porque los celos no se van a acabar, ellos son infinitos, ya que nos proporcionan placer. Por eso, cada cual que haga lo que tenga que hacer. Los chismes, la charlatanería sobre las personas, es por donde empieza el desorden, los celos. Si somos serios, todo eso queda descartado, pues no tiene ni le damos ningún valor.
Soledad. ¿No hemos pensado que los derribos y los escombros llegan por nuestra manera de vivir, persiguiendo nuestros sueños, planes, ideales o lo que creemos? Cada uno de nosotros tiene sus ideales, sueños, proyectos, que colisionan con los que tienen los demás. ¿No nos hemos dado cuenta, qué ligeros que somos cuando no somos nada, porque nada queremos, ni sueños, ni planes, ni proyectos? Los sueños, los ideales, las creencias, son los causantes de los miles de millones de muertos que ha habido y hay en las guerras, son los responsables de la miseria, responsables de las sesenta mil personas que mueren de hambre cada día.
Todo empieza por un sueño o idea, que queremos conseguir, y empezamos a trabajar por él. Pero, ahí están los que también tienen su sueño que es contrario al nuestro, por lo que chocamos, nos enfrentamos, nos hacemos contendientes, agresivos y violentos. Y ese es el origen de las guerras y sus matanzas.
Habiendo visto todo eso con toda claridad, ¿para qué queremos los ideales, las teorías de la clase que sean, los sueños? ¿Para qué queremos triunfar, ganar, si perdemos nuestras vidas, su tranquilidad, su paz, su orden?
Si nuestra vida tiene la belleza, que es el orden interno, tanto externa como internamente también seremos bellos. Y el orden interno es el fin de la división y su conflicto que lo acompaña.
La mente cuando está completamente llena, ella misma se da cuenta que con todo lo llena que está de conocimientos, de ideas, de imágenes, de experiencias, no es capaz de resolver sus problemas, por lo que ella ve lo absurdo que es estar llena, y es entonces cuando descarta todo eso de una manera natural, sin esfuerzo alguno. Es decir, el mismo hecho de ver con toda claridad, es la misma acción.
Annie. ¿Al miedo se le puede dominar de alguna manera? No se le puede, porque forma parte de la vida. Y la vida es ingobernable. Como lo es ingobernable la mente, el pensamiento, que es donde se genera el miedo.
Al miedo se le puede comprender, amar, jugar con él. Y entonces el miedo nos cuenta sus secretos y maneras.
Alice. Si tenemos ya una idea de lo que tenemos que hacer en cada reto que nos llega, entonces llega el desorden, la confusión, los problemas.
Cebbar. En la vida aunque aparecen los papeles marcadamente definidos, no es así. Porque el verdugo pasa a víctima. Y la víctima se convierte en verdugo. Intercambiándonos los papeles a cada instante, según nos lleguen las situaciones y los retos.
Carolina. Las proyecciones, los planes, las estrategias, son cosas del futuro. Pero lo realmente importante es el presente, que son los retos que nos llegan. Por lo que las proyecciones y estrategias, son un obstáculo para atender adecuadamente al reto que tenemos ahora ante nosotros. Pues son un impedimento para que la energía llegue entera, en su totalidad.
Las estaciones del año son como la misma vida de todo lo que existe, todo nace, crece, se expande en su esplendor, decae, se degenera y perece. Pero tan fácil y claro como lo vemos en la primavera, el verano, el otoño y el invierno, y tan difícil de asumir y vivir en la nuestras vidas.
Las modas, las tendencias, nos arrastran, ¿no es así? Siempre ha habido modas, como las hay ahora. Unos son más vulnerables que otros a los dictados de esas modas. Son como una gran tormenta que dura poco o muchos años. Está la moda en la vestimenta, en el comer, en el fumar y beber, tomar drogas, la moda de los viajes. Pero, aunque parezca extraño, también existe la moda de hacer la guerra. Cuando llega el momento de la moda de la guerra, se la hace como si eso fuera a un viaje excitante, como el llevar el pelo corto o largo, minifalda o pantalón. Es verdad, que se encuentran los motivos para hacer la guerra –como se encuentran los motivos para escalar el Everest, o la tortura y la muerte violenta de los toros-.
Los más superficiales, los exhibicionistas, los que van en pos de la vanidad, son los primeros que engullen las modas. Pero cuando se hace como una epidemia, son pocos los que se pueden abstraer, estar al margen. Pues la moda, presenta como bueno, natural, favorable, aunque sea la peor barbaridad.
Todo lo que hacemos para que se convierta en algo trascendente ha de mediar la necesidad. Sin necesidad nada tiene sentido verdadero. El sexo, tiene sus complicaciones, y por eso sin una necesidad no dura, tiene poco recorrido. Cuando esa necesidad se convierte en amor, entonces todo lo que hacemos adquiere sentido. Porque todo hacer, lo que sea, siempre tiene su resistencia, impedimentos, su opuesto que es no hacer.