Torni Segarra

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1. Lo que consideramos lo mejor, lo encontramos fácil, agradable, llevadero. Por eso, se le dice a la persona que elegimos, para vivir con ella, porque la encuentra la mejor: ‘Contigo no me importa vivir comiendo pan y cebolla.’

2. Leí hace muchos años un libro de Alexandra David-Néel, que trataba de su estancia en el Tíbet a principios del siglo pasado. Lo encontré interesante.

3. La vida es una lucha, una guerra de todos contra todos. Las hormigas y las moscas, buscan nuestros alimentos pero nosotros luchamos con ellas hasta que en ciertos lugares ya las hemos eliminado, Y ese es el paradigma en el que todo el que tiene vida, vivimos. Cada uno lo hace de una manera, pero esa lucha y desafío por la vida persiste siempre hasta el momento de la muerte.
Ver todo eso, comprenderlo e ir más allá de todo ese drama, es lo único que podemos hacer.

4. En realidad el perdonar tiene realmente algún sentido, salvo el quedar bien al usarlo como una norma social de respeto y sumisión. Cuando dos personas tropiezan a la vez en la calle o al entrar a un edificio, ¿no es la culpa de los dos? Entonces, ¿por qué pedimos perdón, nos excusamos si no tiene ningún valor?
Eso mismo sucede cuando alguien nos engaña. Pues nosotros al estar distraídos no nos damos cuenta de lo que realmente nos están haciendo, que nos están engañando. Por eso la vida no es un festival de variedades y verbenas, de algarabía y jolgorio, la vida es algo muy serio, por lo que hemos de estar atentos a todo cuanto sucede, para que no llegue el desorden y la confusión con su maldad.

5. Cada cual es como es. Y eso nadie lo puede cambiar: una niña no es una joven de veinte años, un negro tiene la piel negra, el blanco no la tiene negra. ¿Dónde está el problema en nosotros o en los que se meten con nuestra manera de ser? Pero lo que digan los otros, no tiene ningún valor. Fin del problema.

6. Lo que opinen los otros de nosotros, no tiene ningún valor. Solamente el que le demos nosotros por el impacto recibido al estar inatentos a todo lo que nos dicen. Si alguien dice que uno es un estúpido, si estamos completamente atentos a ello, no responderemos porque no nos sentiremos afectados por eso. Porque en realidad un ser humano no es estúpido ni no estúpido, es solamente lo que es, sin imagen alguna de él, sin ningún atributo de mejor o peor.

7. Si te embarcas en creencias, en ayudas externas, en peticiones y ruegos, estarás perdida. Porque eres solamente tú la que te tienes que comprender, comprender cómo funciona la vida, comprender cómo funciona la mente y el pensamiento. Y es entonces, con esa libertad de todo, libre de todos los maestros, de los santos, de que dicen que saben, del psicólogo o el psiquiatra, de los dioses, que la inteligencia que es amor se manifiesta sencilla y naturalmente.

8. Desde hace unos días llegó, con una tormenta de truenos, rayos y un poco de lluvia, cuando la oscuridad de la noche ya llevaba unas horas, el frío invernal. Las plantas son las que más nos enseñan cual es la realidad, pues ante esos fríos, repentinos -de la noche a la mañana-, experimentan un cambio en el que se retraen y adoptan un aire de debilidad y vulnerabilidad. Aunque tiene que hacer mucho frío para matarlas y secarlas.
El cielo, con los vientos que llegaban del norte, de los Alpes suizos, llegando y pasando también a veces por el Pirineo, era seco y frío. Y hacía que el cielo tuviese ese azul tan limpio y acogedor. Tan solo de un día para otro, todo cambió. Los pequeños pájaros, unos ya se habían marchado a África a pasar el invierno; los gorriones, algunas tórtolas y cotorras, los estorninos, eran residentes fijos; y a la vez los patos, las becadas, y todas las aves acuáticas, llegaban en su viaje desde el norte de Europa, también con el mismo destino. Algunos se quedaban aquí todo el invierno, atraídos por el lugar pantanoso, todo inundado, que podía llegar hasta unos palmos de agua, y por el clima suave. Solamente tenían un problema: el eludir a los abundantes cazadores.
Las personas también teníamos que soportar las consecuencias de la llegada del frío: había que cambiar de hábitos a la fuerza, pues los resfriados llegaban con el frío repentino e insistente durante varios días seguidos, sin querer hacerle mucho caso. Pero la naturaleza es implacable, más cuando se repite e insiste en sus extremos.
Todo lo afables y atentos, teniendo tiempo para hablar por la calle, se habían convertido en apresurados movimientos en las personas. Además todos los que tenían algo que hacer –como ir a trabajar, a la escuela, al instituto, etc.-, ahora todo se hacía de una manera más seria. El buen tiempo, como en verano, hace que las personas sean más tolerantes, menos ansiosas y estresadas. Y por eso, en verano hay una atmosfera de paralización en todos los ámbitos y quehaceres.
Los patos, llegaban a decenas de miles, unos seguían hacia el sur y otros se paraban a descansar y reponerse. Los cazadores les daban abundante arroz con cascara para que se acostumbraran a ese lugar. Pero cada semana, en un día convenido para todos los cazadores, los mataban durante unas doce horas sin parar, durante unos tres meses. Primero entraban en el lugar, con una barca movida con una percha larga de madera, silenciosamente de madrugada, aún de noche. Se instalaban en unos toneles de madera o de hierro, metidos en el fango, sujetos con unas largas barrenas clavadas en suelo para impedir que flotaran, que camuflaban con ramas verdes de adelfa, o cañas, donde tenían delante unos cincuenta cimbeles, que se movían al compás del agua movida por el viento. Si era preciso, llevaban unos silbidos para imitar el canto de varias especies de los patos. Por lo que se lanzaban dónde estaban los cimbeles, que creían que eran patos de verdad