Torni Segarra

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Si los otros cambian, si yo no entiendo las razones, la urgencia del cambio, no lo podré hacer. Por lo que siempre el cambio es de uno. Y es uno solo el que lo tiene que hacer sin esperar a los demás. Copiar e imitar no dará resultado, porque lo de dentro es más fuerte que lo externo y siempre se impone.
 
¿Puede con el tiempo llegar el cambio, ya sea por un método o práctica repetitiva? No lo puede, porque el cambio ha de ser ahora, en este instante. Es la ilusión la que dice: ‘Dame unos días, unas semanas, unas horas, o años, y así podré cambiar y quererte’. Pero cuando llega el plazo previsto aún no estamos listos para amar, ya sea al vecino, a la pareja, el compañero de trabajo o a las personas que viven en la otra parte de la tierra.
 
Lo importante es ver por qué las personas vuelven a nosotros. ¿No será por qué nosotros las llamamos? Cuando vemos que el observado es lo observado, todo el problema de las relaciones es cuando es comprendido.
 
La indignación es desatención de la realidad. Si planificamos una excursión para mañana, y ponemos toda la energía en ello, la preparamos, etc., pero mañana está todo embarrado por la lluvia persistente y no la podemos hacer, ¿por qué nos hemos de indignar?
Pero, si estoy atento a todo lo que sucede, a la realidad me gusto o no, esa indignación no va a arelar. Si no que veré ese cambio de las circunstancias como algo consustancial a la vida. Y la misma situación sucede con las personas. ¿Por qué es que vivimos con un plan preestablecido, sabiendo que la vida es la inseguridad total, absoluta?
 
Todo tiene que tener su sentido, pues las experiencias, como la especulación, no tienen fin. Por lo que, todo puede convertirse en una huida, en un juego y entretenimiento.
 
En el ámbito material, físico, seremos más o menos de lo que somos ahora. Pero, en el ámbito psicológico, espiritual, todo puede cambiar. Pero, saber lo que va a ser, nadie lo puede saber. Además, cuando uno sabe lo que quiere, tiene una imagen de eso que quiere, y entonces se divide del presente. Y si hay división, entonces la relación no tiene armonía, sino conflictos, celos, envidias, etc. 
 
La vida es como una película donde se suceden infinidad de secuencias, de fotogramas, y nosotros solamente los tenemos que ver cómo llegan y como desaparecen.  
El problema está cuando una imagen, un fotograma, se queda y no pasa. Entonces, hay un bloqueo donde quedamos atrapados.
 
Un buen padre tiene algo de madre. Y una buena madre tiene algo de padre.
 
Todo es producto del miedo, que es división interna. Cuando uno tiene miedo ve a todos como enemigos. Que aunque en realidad todos somos enemigos de todos, el que tiene miedo -de salir a la calle, de entrar en algún sitio, etc.- lo ve como una realidad aumentada, inmediata a ejecutar esa peligrosidad, que sería sufrir algún daño, ya sea un burla o desprecio, una agresión e incluso la muerte.
Por tanto, mientras no se comprenda la raíz del miedo, cómo se genera y desarrolla, todos los problemas inherentes al miedo estarán con nosotros. Si comprendemos el miedo, la peligrosidad inherente a la vida sigue ahí, pero ya no nos afecta ni altera. 
 
Todo lo que digamos con respecto a una cuestión, idea o teorías, se puede negar como afirmar infinitamente. Por eso, hablar de dios es de tontos.
 
Eso camino lo tiene que descubrir cada cual, pues nadie ni nada nos puede ayudar. Orar, pretender hablar con dios o los santos, etc., es un delirio, una alucinación, una fantasía. Pues ese pretendido diálogo solamente es con nosotros, con uno mismo. No hay más. La realidad es como es. Sólo uno, ha de ser afortunado y ver la realidad de la vida, de lo que son las cosas, ver cómo funcionan. Y a partir de ahí, actuar en cada caso como proceda.
 
Si no es ahora, es que no hemos comprendido la vida ni qué es el vivir. Porque, si lo comprendiéramos nos daríamos cuenta que cada momento es la eternidad, para bien o para mal. Es decir, podría todo acabar ahora, o no sentir completamente nunca eso que es tan sagrado como es el ahora: la plenitud, el orden, ver que todo es sagrado e importante.
 
Sí que le costó al inocente e ignorante plebeyo darse cuenta que los seres humanos son fríos e insensibles, después de cien días, menos una hora, de sufrir lo indecible. Los ricos son aún más peligrosos, porque no han pasado por las penalidades de los menos afortunados en la vida, de esa manera son menos sensibles al dolor de los menos afortunados. Los pobres, también con su amargura, pierden su sensibilidad, se hacen indiferentes, capaces de hacer cualquier cosa, pues tienen poco que perder.
 
He leído tu escrito-columna, ‘Internet impulsa el exhibicionismo’, en el diario La Vanguardia de Barcelona, 23-6-2013.
El exhibicionismo es connatural en los seres vivientes Tanto los machos como las hembras, tienen sus maneras de atraerse, es decir, de exhibirse. Ahora, al estar todo cada vez más desarrollado, el exhibicionismo se puede exhibir más.
En Internet, todos sabemos que no somos amigos, pero a la vez sí que podemos ser amigos dentro de las posibilidades. Pues la amabilidad y el respeto, es un valor de reconocimiento y de valía. A nadie le gusta que le expulsen de un foro, a nadie le gusta que le valoren negativamente sus comentarios, que les bloqueen como spam.
Internet es la vida misma, porque todo lo que hace e inventa el hombre está ceñido a la vida, es decir es la continuidad de su vida y las de los demás. Por eso, en Internet, nada nuevo hay bajo el sol. Sabiendo cómo funcionas tú, sabrás cómo funcionamos todos los demás. Pues, todos somos básicamente iguales en lo psicológico.