Torni Segarra

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La curación no convencional, sin médicos ni medicamentos, no es la creencia de que las enfermedades pueden curarse por la intervención de un ser superior. Es el poder recibir toda la energía para que sea capaz de sanar un cuerpo enfermo. Y para ello, no tiene que haber ni división ni conflicto alguno. Otra cosa es que pueda llegar esa energía tan poderosa y sanadora.
Porque hay personas que son para la vida y otras han de morir, por las razones que sean, que nosotros no podemos saber ni descubrir.
 
Fernando, cuando he mencionado a los orientales, me refería a los que están influenciados por el hinduismo, desde antes de los Vedas, unos diez mil años antes de nuestra era, que creían en Brahma, como dios, en la reencarnación, en la no violencia, etc., que esa es la cultura religiosa donde nació y creció Buda. Por lo que, todo lo que dijo él, estaba teñido de una manera o de otra por esa primera religión védica y pre védico.
 
Primer error, creer que Jesucristo, Buda, etc., no eran como otra persona vulgar y corriente como todas, que siente dolor, se enfada, se entristece, se cansa. Y el segundo error, como consecuencia del primero, es que uno quiere ser como algo que no puede ser: completamente liberado de dolor, de angustia, de tristeza, sin hacer ningún daño, como un ángel incorpóreo.
 
¿Te has dado cuenta de lo grande que puede ser la vida? Hay infinitas maneras -escondidas, no descubiertas- que están ahí por si hacen falta. El primero que inventó la rueda -eso que parece ahora tan sencillo y vulgar-, provocaría una revolución en las maneras, causando admiración como el inventor de algo extraordinario.
Pero, todo lo que inventemos ya está ahí. Lo que falta es descubrirlo. Y una de las maneras de poder descubrir algo, es necesitándolo. Pues, si no hay necesidad no ha lugar a buscar eso que es necesario. Gracias, Pep, por ese aporte tan interesante y pedagógico.
 
Tan fácil como es saber que quien destruye es destruido. Pero sin embargo, las guerras, la violencia organizada, contra otro grupo de personas organizadas, no cesa. La raíz está en el deseo de seguridad -que es miedo-. Miedo a perder los beneficios directos en armamentos, en logística, etc., en los beneficios de la conquista -un mercado, la influencia en una zona-. Y ante un beneficio económico, hay que ser muy pero que muy hombre para decir que no, rechazarlo, descartarlo. Luego cuando vienen los efectos de la violencia, de esas guerras, vienen las sorpresas y las preguntas: ¿Por qué me hacen eso a mí? ¿Qué hemos hechos para que nos ataquen y nos quieran hacer daño, mucho daño?
 
El problema es que se entra en una dinámica de la guerra. Donde hay muchas personas que se benefician de las guerras, y empujan para que esa guerra sea, aunque sea con todo su horror y desgracias.
 
Te has salido de lo esencial, Daniel: de que ni Buda ni Jesús, etc., eran todo ellos sobrehumanos.
 
Para Adri Snaer, escritor, islandés, autor de ‘El país de los sueños. Manual de auto ayuda para una nación atemorizada’.  
He leído tu entrevista en el diario…, de ayer. Gracias.
Hay un error en la base de todo lo que dices: creer en que el hombre se va a convertir en una buena persona con su bondad, paz, justicia, ecológico. ¿Crees qué eso es posible, va a suceder?
Tú te crees que esos, que según tú dices, están cultivando sus patatas, su frutos, etc., pueden vivir de ello en esta sociedad tan justo lo contrario que ellos quieren. Ya los hippies, el pasado siglo, algunos jugaron con eso. Se fueron al campo, vivían allí, con su precariedad, falta de higiene, etc. Pero eran pocos los que vivían de lo que la tierra les proporcionaba. Es verdad, que se puede vivir de lo que la tierra nos da, criando algunos animales domésticos, etc. Pero con solo alimentarse, uno no tiene bastante para vivir, para no ser un paleto, que está fuera de la realidad.
El problema es otro. El problema es la vida, es nuestra manera de vivir Porque allá donde vayamos, vamos a reproducir lo que en realidad somos, lo que somos internamente Si uno es desordenado, no diligente, indolente, etc., eso mismo reproducirá allá donde vaya y haga lo que haga.
Por tanto es a lo que uno es realmente, a lo que se tiene que atener. Somos competitivos, somos agresivos; vivimos en contradicción, diciendo una cosa, pensando otra y haciendo todo lo contrario. Y eso quiere decir que estamos confundidos. Y esta confusión genera desorden, por lo que provocamos conflicto con los demás. Al decir algo, que nos habíamos comprometido en hacer, que no cumplimos. Por lo que, ese conflicto nos divide cada vez más de los otros.
Pero, uno no quiere vivir de esa manera, no quiere vivir en desorden, ni en confusión, ni en conflicto. Pero, con ese mero deseo no logramos disipar todo ese desorden, la manera confusa de vivir. Más bien, generará más ansiedad y más conflicto. Por eso, uno decide ir en ayuda de uno que dice que sabe, un maestro o un gurú, y se entrega a él, lo lee, lo escucha, ve sus videos o asiste a sus pláticas. Pero, esa confusión, que se manifiesta en insatisfacción, persiste, creándonos angustia, sin saber qué hacer.
Puedo decidir dedicarme a la política, a hacer servicios sociales por el vecindario, yendo arriba y abajo, de un sitio a otro. Pero, al final sigo igual de insatisfecho, confuso, solo sin tener realmente in vínculo con nadie.
También puedo ir en ayuda a los psicólogos, a los psiquiatras, que nos dicen lo que tenemos que hacer, cómo tenemos que vivir. Pero me doy cuenta que ahí se genera dependencia. Por lo que, me hago amargado, aislado, neurótico, viendo la vida como si no fuera conmigo. Pero, me pregunto: ¿cómo me desharé de esta división, que me hace insensible a todo lo que me rodea, sin ver realmente lo que está sucediendo, sin ser sensible a las nubes, a la luna, a los pájaros, a los árboles que están tan cerca de mí, por la calle que paso para ir al trabajo, cada día?
Entonces, uno se da cuenta que toda falta de atención es porque no le prestamos toda nuestra energía a eso que vemos, a eso que estamos observando. Y esa misma desatención y desinterés, es lo que hace que no comprenda realmente lo que me pasa, lo que está sucediendo en mi vida, a la que no le encuentro ningún sentido ni significado. Entonces, ya sé que es la desatención, la falta de atención total y absoluta a lo que estoy observando, a lo que estoy haciendo, lo que me genera la división. Así que haga lo que haga, observe lo que observe, no huyo de ello, ni quiero transformarlo ni alterarlo, sino que sólo estoy con ello, lo miro, lo siento con toda mi sangre, con todos mis nervios, con toda mi energía. Y de esta atención tan total, tan absoluta, toda angustia y desesperación, todo deseo de hacer algo, de cambiar lo que tengo entre manos, llega a su fin. Y si no hay deseo, es que la inteligencia está operando. Y esta inteligencia, que es orden, ella sabe lo que hemos de hacer a cada instante.