Torni Segarra

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¿El cielo no es una contraposición al infierno? Puede un dios –los dioses., que es infinitamente bueno, toda bondad y misericordia, todo poderoso, ¿hacer algún daño? Si alguien, que es todo poderoso, hace algún daño, ese no tiene amor. Por tanto, esos dioses –ese dios- solamente los hemos inventado nosotros. Y por ser de nuestra hechura son imperfectos, absurdos, capaces de crear el infierno para castigarnos. Lo que quiere decir que no son todo bondad, pues tampoco son todo amor.
 
La igualdad de género sólo puede llegar con la compasión y el amor por el otro.
 
“El pasado es experiencia, que el presenta aprovecha y el futuro perfecciona.”
¿Es eso realmente así o el futuro repite el pasado que el presente lo ha puesto al día, actualizándolo, haciéndolo atrayente? Eso mismo sucede con las modas, ¿no es así? Se repiten las prendas de vestir –que son siempre del pasado-, para resguardarnos del frío y del tórrido sol, pero el presente les da un aire atrayente, más cómodo y funcional. Por eso todo lo que tiene relación con el pasado, siempre es lo viejo y conocido, que se repite.
Lo nuevo, es lo que la mente, el pensamiento no ha tocado, lo desconocido. Y lo nuevo y desconocido, solamente puede llegar con el amor, que es el vaciamiento de todo lo conocido.
 
Lo que nos llega o se va, lo que nos sucede, si no se puede alterar, es lo verdadero, la realidad y la verdad de nuestro destino.
 
“Un amor verdadero está destinado a estar a tu lado hasta el último día de tu vida, el desafío está en no tener miedo a amar y a encontrar a la persona correcta que desee acompañarte’.
¿Existe le amor verdadero o solamente existe la conveniencia de estar con alguien, para no estar solos y poder practicar sexo sin moverse de casa? ¿El amor no es libertad total, donde no hay reglas ni planes ni proyectos, sino el presente y el ahora operando? Todos esos planes, proyectos, son debidos al miedo, a la soledad, al futuro ¿no es cierto, Mayeli?
¿El miedo y el amor pueden ir juntos? ¿O el amor es la libertad de todo lo conocido, de todo el pasado, que es la memoria de miles y miles de años? El amor es ahora, siempre es ahora.
 
Ayer por la tarde llamó una persona por teléfono y preguntó si podía venir a hablar. Era después de comer y al cabo de un tiempo, llamó al timbre. Era alguien conocido y ya habíamos hablado muchas otras veces.
Empezamos a hablar sin ningún plan previsto, por lo que, lo que más le ardía internamente se impuso y empezó a contar sus problemas familiares. Eran como los que todos tenemos: de relación, de poder, de descaro e insensibilidad. Le dolían tanto, que se creía que era solamente a él el único que le ocurría, por lo que los ojos se le humedecieron.
 ‘¿Por qué es que a los que nos hacen daño no les pasa nada?’, preguntó.
Uno le respondió: ‘¿Tú cómo sabes que no les pasa nada? Tú no ves el resto de sus vidas. Tal vez, cuando salen a la calle, tras un comportamiento cruel, cualquier persona los mira con desprecio, los mira asquerosamente, o les pasa algo más grave. No te acuerdas de eso que se dice, cuando uno se aclama a dios y le pide venganza contra alguien, que dios le contesta: "La venganza es mía", pero no la vemos’.
Él prosiguió: ‘A veces pienso que en el cielo estaría mejor, allí estaría con otras personas’.
Uno le dijo: ‘El cielo es la contraposición del infierno, están unidos. ¿Crees que un dios todo compasión y amor crearía el infierno? Por tanto, si no hay infierno tampoco hay necesidad de cielo’.
Era una persona muy sensible, que sabía estar solo sin apenas hablar durante mucho tiempo, si no era con alguien muy conocido. Por lo que tenía tiempo para estudiar y poseía mucha información médica, ya que era doctor. Él contó, que en Egipto había una enfermedad, motivada por un parásito que estaba en el agua, que al entrar las personas en contacto con ella, con los pies, les hacía orinar sangre.
La cuestión se centró en que el médico, le daba toda la importancia de la enfermedad a toda clase de parásitos, bacterias, microbios, gérmenes, etc.
Uno le preguntó: ‘¿Pero sabemos qué es antes: el bichito o el desorden?’ Él se quedó desconcertado pensativo sin decidirse a hablar.
Y uno le dijo: ‘¿Es la depresión la que debilita al cuerpo de manera que los gérmenes y microbios lo atacan y lo enferman, o es primero que el cuerpo enferma y ante esa visión de la enfermedad llega la depresión, nos deprimimos? El orden es fundamental, es preciso, pues si no lo hay, llega el mal, la maldad. Mira como hay edificios en Nueva York, donde viven cinco mil y más personas. Ahí es preciso que se genere desorden, aunque ellos lo tengan asumido. Pues ellos quieren vivir de una manera que es preciso la explotación de los demás -de todo-, lo necesitan para seguir viviendo como lo hacen. Hay unos que por las razones que sean son más espabilados que los otros, tienen más energía. Es como jugar al póker con unos que están muy espabilados, ellos van a ganar siempre’.
El médico contestó: ‘Hay miles y miles de bichitos que entran por los pies, suben por las piernas, provocan heridas’.
Uno le dijo: ‘Pero esos bichitos llevan encima otros bichitos, y esos también llevan otros más’.
A lo que el doctor dijo: ‘Sí, sí, pero ahí ya no llego’.
‘Ese es el peligro de mirar tanto microscópicamente’, se le dijo.
Y continuó explicándole: ‘¿Por qué le das tanta importancia sólo a lo material, a lo somático, si eso no abarca a la totalidad? Tú te quejas que tus parientes te den unas órdenes, que tú consideras injustas y absurdas, pero ellos insisten en esas órdenes y se creen que eres tú el que vive en el error, pero tú ahora también tienes un plan de lo que tiene que ser la medicina para que las personas se curen. Eso es arrogancia, eso es no creer en dios, los que creen en él, porque tienen miedo y no confían en él, que es dejar la puerta abierta a lo desconocido’.
‘Pero se van a morir. Tú sabes los antibióticos las vidas que salvan’, contestó él.
‘Bueno y si uno decide que no quiere entrar en ese juego de la medicina convencional y se deja llevar, y si se muere no importa’, le dijo uno.
Y prosiguió: ‘La lección está en la naturaleza. Mira cómo viven los leones, para comer han de hacer mucho trabajo porque han de matar. Luego se pueden comer unos treinta quilos de carne, ¿te das cuenta con esa ingesta cómo tendrán el azúcar, el colesterol, etc., y se ponen a dormir unas diez horas? Luego han de recorrer varios kilómetros para poder ir a beber. Y todo eso les hace vivir en constante peligro. Pero ellos si se mueren, se mueren y ya está. Esa es su manera de vivir que ellos no han elegido. Nosotros todo lo hemos complicado’.
El doctor no consentía darle la mano a nadie, por miedo –él decía profilaxis- a que le transmitieran algo. Uno contó, que cierta vez una familia hindú –los padres y sus dos hijas- quiso venir a comer, y cuando empezamos el padre lo hacía con la mano. Que había restaurantes en India que servían la comida en una hoja de plátano, y entre los dedos de las manos la mezclaban y removían y se la llevaban a la boca para comer.
La respuesta del doctor fue: ‘Por eso, es que cogen tantos el tifus’.
Finalmente él contó que había asistido a una charla con unos psicólogos, en la que un conferenciante tenía escamas en la piel de las piernas. Decía que él no podía entender el por qué no se la trataba, si eso con unos antibióticos se solucionarían.
Y uno le volvió a repetir, que ya estaba volviendo imponer un plan, su plan, a los otros. Como los otros hacían con él.
Cuando se despedía, después de dos horas de plática, el doctor dijo: ‘Bueno, ya me he confesado’. Disculpa por soportarme si soy muy pesado.
Uno le dijo sonriendo: ‘¿Tú muy pesado?’.