La esperanza no es un hecho. ¿Esperanza de qué si somos los mismos desde hace un millón de años: ignorantes, estúpidos, divididos condicionados, crueles y violentos? Y eso es un hecho para todos. Alguno no echará bombas ni disparará matando. Pero, en el momento en que uno se divide de otro, ya está en el mismo ámbito de los violentos y los guerreros. Ya sean los dirigentes que ordenan, provocan y patrocinan las invasiones, las guerras, como los generales y los soldados que las ejecutan.
Uno transforma la energía donde enfoca la atención. Si tú entras en un lugar y llevas el conflicto contigo, ese conflicto mediatizará el lugar. Y lo mismo su8cede con las personas: una persona con orden, allá donde va genera orden.
La soledad es precisa para poder hacer algo realmente interesante, profundo. También es necesaria para poder recuperarnos de la vorágine del trabajo, de la vida, de la sociedad.
La soledad, no el aislamiento que es divisivo y nos hace neuróticos, es lo que nos genera orden, paz, nos hace que estemos libres para poder mirar en todas direcciones.
Pero, aunque comprendamos todo lo que nos sucede, todo lo que nos llega a la mente, eso va a estar ahí, seguirá ahí por medio de los recuerdos, seguirá ahí porque lo tenemos encima, ya sea el dolor, la enfermedad, un problema cualquiera. Por eso, si vamos más allá de todo eso, entonces todo tiene otro sentido, ya no parece absurdo ni desesperante, porque nos movemos con la vida, con la realidad de lo que está sucediendo, sin huir, sin querer cambiarlo ni tocarlo. Solamente verlo tal cual es, yendo más allá de eso que hemos visto que no se puede cambiar. Es como estar en prisión, sin libertad para salir de allí, si no huimos de ese hecho, si lo comprendemos, todo ese problema de la cárcel, etc., ya no tiene el mismo efecto desgarrador de lucha y conflicto, de amargura, sufrimiento, dolor. Pues uno al comprender que eso es así, cambian las células cerebrales, las neuronas, desaparece la ansiedad, la angustia, el miedo.
Y eso mismo, se puede aplicar a la vejez, a los feos, a los malformados físicamente, a los que teniéndolo todo siguen igual de desgraciados y desamparados, como todos.
Vivir sin propósitos es estar liberados. Pero, eso nos da miedo. Y ahí empieza y prosigue el drama de buscar y tener un propósito.
El propósito, nos hace brutales y crueles. Pues al huir de la realidad, que nos produce pavor -la soledad, el futuro, el pasado, y todo eso-, nos lanzamos a la persecución de algo que bloquee esa angustia. Por lo que la huida no soluciona el problema. La solución es encararse cara a cara con el miedo, con el dolor, sin huir de eso, para llegar a la raíz y ver cómo funciona -no como una idea, un concepto, sino como un hecho que es-. De esa visión tan directa y clara, es cuando llega la verdadera acción. De manera que el ver y la acción son lo mismo, sin tiempo que provoque ni división ni fragmentos, etc.
Primero que nada, el equilibrio es ello posible. Y si decimos que lo bueno es movimiento y no la quietud, eso ¿es cierto? Cada cual tiene sus posibilidades, ya sean físicas o psicológicas, por eso cada cual le vendrá más adecuadamente una de las dos opciones. Tan importante es lo que hacemos, y cómo lo hacemos. Muchos músicos, sobre todo de rock, pop, house, etc., no saben ni solfeo ni de música, pero ellos componen y hacen música.
Esa realidad, Tessa, se encuentra donde pongamos el corazón, toda nuestra energía, los nervios, la sangre. Pero, no nos gusta vivir de esa manera, nos gusta la tibieza, nos gusta el placer y su repetición. Y es así como somos superficiales, banales, repetitivos, sin darnos cuenta que vivimos condicionados, como si fuéramos robots.
Aceptar, Evelin, solo no sirve. Hemos de comprender lo que se dice. Si tú lo comprendes, eso es tuyo y nadie te lo puede arrebatar.
La distancia es física y psicológica. Las dos pueden tener solución como no.
El amor es lo más penetrante y rápido que hay. Si alguien que tiene amor entra en un lugar, todos se enteran, todo queda transformado y alterado. Otra cosa, es que haya alguien que tenga celos o miedo de perder algo.
Toda norma, práctica o método, no tienen ningún valor. Pues, es cada cual el que tiene que descubrir por sí mismo todo lo necesario para poder vivir adecuadamente, con corrección.
El pensamiento solamente es útil en el ámbito físico, material, científico, para saber sumar, cómo me llamo, dónde vivo, etc. Pero en el ámbito psicológico, el pensamiento es una barrera para la comunicación, la percepción, la sensibilidad, el amor. Pues el pensamiento es el pasado, divisivo, que se manifiesta en el ‘yo’, en todo lo que hacemos.
Si no quieres decir ir más allá, Mari, puedes decir no hacer caso, comprenderlo, descartarlo. Pero, la trampa, la realidad, es que eso de lo que queremos deshacernos siempre estará ahí con nosotros. ¿Qué haremos, con ello, la guerra, bombardearlo para destruirlo, quemarlo? Pero eso no se puede destruir porque eso es la vida misma. ¿Por tanto qué haremos –cerrar los ojos tampoco es eficiente, porque está en nuestro pensamiento-? Podemos verlo, mirarlo, y no hacerle ningún caso, sin dividirnos de ello. Si no, se activa todo el proceso de conflicto, de fragmentación, entre eso y nosotros. Y si hay conflicto la vida no tiene sentido, pues nos hacemos insensibles, maleducados, seguidores e influenciables, esnobs, y vamos irremisiblemente hacia la violencia y la guerra.
La vida no está hecha ni para ganar ni perder, sino para vivirla. Hemos sido los hombres, con nuestras pretensiones y vanidades, los que hemos inventado el ganador y el perdedor. ¿Puede alguien que tenga amor querer ganar, que es humillar al que pierde? Es curioso que siempre los ganadores sean lisonjeados, mimados, supervalorados por el poder. ¿Por qué será? Porque son los dos actúan con el mismo paradigma de querer siempre ganar, vencer, aunque sea por medio de falsedades y corrupción.
¿Para qué queremos subir muy alto, si allí arriba está la miseria humana esperándonos? Pues, esa miseria humana la llevamos dentro de nosotros. Por eso, es más importante ver y comprender esa miseria, que nos hace tan feos, que subir o bajar escalones.