Es evidente que sin armas –en este caso sin brazos-, uno tiene menos capacidad de ser violento. Pero la violencia, la crueldad, es algo mucho más profundo. Pues, hay violencia en un desdén, una mirada de desprecio, insultante, de rechazo, además de que podamos maquinar y programar estrategias para hacer daño. El origen de la violencia, es interno, mental, psicológico, que al desarrollarse llega hasta la agresión física.
Para no tomar alcohol ni drogarse, hay que dejar las amistades que lo hacen, y dejar de ir a los sitios y lugares donde ellos van. Es un asunto muy serio y doloroso, pero tomar alcohol y drogas aún puede ser más doloroso.
Por muchos consejos que nos digan, hay cosas que tenemos que tropezar con ellas, y recibir golpes, para sacar la lección. Pero el problema es que, por muchos tropiezos y golpes que recibimos, no cámbianos. Y si lo hacemos, si cambiamos, es porque ya no podemos seguir. Por lo que, nos toca vivir con eso de la manera más adecuada posible. El éxito está en vivir sin conflicto entre lo que quiero y la realidad de lo que soy, de la vida.
Eso es porque tus perros se han dado cuenta de la importancia que tiene para ti salir los fines de semana por la noche a tomar cerveza, que si no lo haces piensan que algo extraordinario y extraño te sucede.
La esperanza y los sueños, son una ilusión irrealizables. ¿Esperanzas de qué, de paz, de igualdad y respeto, del fin de la violencia y su crueldad? Después de quinientos mil años, todavía no hemos podido alcanzar esa esperanza, que nos libere de la guerra, que cada cual tiene dentro de sí. No lo aceptes, investígalo y ve la verdad o no que hay en ello.
La inteligencia y la sabiduría, que es orden y es amor, llega cuando negamos las ilusiones, lo que no es real en nuestras vidas.
Los recuerdos son como el humo, son cenizas. Si quieren vivir con el humo, en vez de la llama, no hay problemas, esa es su decisión.
Sí, y todos esos secretos pasadizos, ¿para qué nos sirven, nos hacen más compasivos, con amor, o son otra distracción y entretenimiento más?
Cada persona tiene unas capacidades y es a eso a lo que nos hemos de atener. Y cada uno con sus capacidades, su existencia, está promoviendo y actuando para que la vida funcione.
La vida nos da lo necesario para poder satisfacer lo que necesitamos. Todo depende de lo que hacemos, pues según lo que hagamos eso mismo nos llegará.
Sólo se trata de hacer las cosas adecuadamente, pues la energía resultante se expande a todos y a todas partes.
La tristeza, la rabia, son fruto de la frustración, de deseos no incumplidos. Así que comprende el origen del deseo, cómo se genera y se desarrolla, y verás como la tristeza es una emoción y sentimentalismo, un invento nuestro. Todo ello, es del pasado que ya está muerto. Lo vivo, lo vital y verdadero es este instante, este momento.
Dónde está tu mente, es donde está tu corazón. Pues siempre lo interno se impone a lo externo, lo que somos a lo que debería ser.
Las emociones son el resultado del apego, del aferrarse a alguien o al algo. Si a una persona, que no conocemos, le sucede una desgracia o muere, a nosotros nos es indiferente. Pero, si eso sucede a un pariente, amigo, a alguien que conocemos, entonces nos emocionamos por el dolor que nos provoca. Es decir, es el sentimiento de que a esa persona que le ha sucedido una desgracia, o ha desaparecido, es nuestra, son de los nuestros. Pero eso es muy pobre, mezquino, estrecho, porque todos somos seres humanos iguales, y nadie es más que otro. Por lo que si podemos dejar de emocionamos de seres humanos que no conocemos, siendo iguales, también podríamos ir más allá y descartar las emociones por los que conocemos.
A veces el cuerpo es el que altera a la mente. Por lo que, tanto la mente se siente agredida, frustrada, triste, por ella misma, es decir, por lo psicológico, mental, o por una influencia física de malestar corporal, debido a un exceso de calor o frío, el agotamiento, el hambre o por el exceso de comida.
¿Quiénes de nosotros no somos también perdedores? Vivir es perder y ganar. Pero, pretender nunca perder, es de necios. Pues para tener amor, uno ha de ser vulnerable. Y ser vulnerable es exponerse y tener la posibilidad de perder, de que nos hagan algún daño.
Los dioses no quieren ni dejan de querer. Somos nosotros mismos los que nos imponemos los límites por transgredir la naturaleza de las cosas. Además, cada uno tiene a su propio dios, con sus ideas y teorías que nos convienen, hechas a nuestra propia medida.
Cuando decimos que sabemos, eso es mucho decir. Pues, al existir la inseguridad absoluta, ¿quién sabe si la pareja elegida, por buena vista que nos demuestre, y sus atributos, nos vaya a defraudar?
Es porque nos creemos islas que somos nacionalistas, pertenecientes a una religión o tendencia intelectual, que está la división entre el ‘yo’ y el ‘tú’. Para dejar atrás esa ilusión de que somos únicos, ¿qué hemos de hacer? Primero, tener sensibilidad para percibir el hecho de que estoy, de que vivo dividido de los demás. Y luego tener el fuego de la atención que queme todos los obstáculos para poder ser ese mismo hecho de que soy división. Entonces la división toca a su fin, con todos los problemas de los conflictos, etc.