Lo interno siempre se manifiesta e impone a lo externo. Podemos ser astutos, decorarlo todo, ya sea con una apariencia de limpieza, de modernidad, de riqueza y grandiosidad, pero lo interno será el que impondrá la verdad, la realidad, lo que es, nos guste o no.
Para conocernos, ver la realidad tal cual es, lo que somos y quiénes somos, tenemos que mirar todo lo que nos llega, cada pensamiento, cada imagen mental, sin huir, sin querer cambiarlo ni quedarnos con eso. Verlo como vemos los diferentes fotogramas de una película, con sus imágenes, nos gusten o no.
Los anímales que conviven con nosotros, siendo tan dóciles y obedientes, son nuestros esclavos, dependen de nosotros para comer, etc., lo que quiere decir que nosotros somos sus tiranos. ¿Es eso lo que queremos para los humanos? Si lo hacemos a los demás, ellos también lo harán con nosotros.
Si cuestionamos, si criticamos, los otros también tienen derecho a hacerlo. Y ahí es donde se demuestra el amor que tenemos con ellos, si los respetamos o no a la hora de hacer las críticas y de cuestionar lo que decimos o hacemos.
Dar cuando no nos sobra, puede generar problemas y desorden. Pues, ¿por qué obligarnos a dar, creyendo que nosotros somos los únicos que podemos hacerlo? Por lo que el dar se puede convertir en una vanidad, en una costumbre rutinaria sin que medie el amor. Pues el amor es orden y no más caos y desorden.
Precisamente ayer por la tarde, la persona con la que comparto el apartamento, había puesto a hervir unas verduras para la cena. Uno pasó por la cocina y las vio que todavía no estaban cocidas y fue a decirle que controlara lo que había puesto al fuego –ella estaba en el salón comedor viendo la televisión-. Al cabo de un tiempo vuelvo a la cocina y veo que ya estaban cocidas las verduras y apagué el fuego. Y fui al salón a hablar con la persona de diferentes cosas. Al cabo de un tiempo ella me dijo: “¿Has apagado el fuego?”. Uno le dijo que sí.
Pero al pasar por la cocina me di cuenta que el fuego no estaba apagado y las verduras se estaban socarrando por abajo. Uno se lo dijo sin saber qué explicación darle. Ella me dijo: “Todos erramos”. Uno le contestó diciendo: “Yo soy tú, Tú eres yo. Todos somos iguales. Las personas queremos pero no podemos: queremos lo perfecto, hacer el bien, pero no podemos”. E intentaba explicarle a modo de justificación: “Podría haber pensado: ‘Ella ya se las arreglará con lo que ha puesto al fuego’. Pero por querer ayudarte ha surgido este desastre y desorden”.
Así que, no podemos hacer el bien, porque hemos hecho de ese bien un concepto, una norma, una rutina. Queremos poner orden, que salga todo perfecto, haciendo el bien. Y esa misma idea y deseo de hacer el bien es el que lo obstruye. Porque, el bien, el amor no tiene lógica, ni plano, ni proyecto. El amor es o no es, al margen de lo que hagamos.
No quise decirle: No te preocupes –las verduras eran sólo para ella-, que de este error puede que salga un bien que no podemos ver ni descifrar.
Esas palabras tan decadentes como ‘princesa’ y ‘coronada’, no nos damos cuenta que van sobre todo contra las mujeres. Pues son tan viejas y atávicas que representan lo peor del ser humano: la desigualdad, la brutalidad y la crueldad de una clase contra otra –ricos contra pobres-, la absoluta falta de respeto hacia las mujeres –hace tan solo unos siglos decían y aceptaban los que mandaban, la iglesia, etc., que la mujer no tenía alma-, que las trataban como una mercancía para el sexo, servir o para parir descendientes.
Las palabras, lo que se dice, no son hechos. Nosotros hemos de encararnos con los hechos. De lo contrario todo es como un cuento infantil, superficial. Y el amor es un hecho, una realidad, mientras se viva en directo, ahora.
Vivimos de manera que las relaciones son una adicción. Por lo que estamos ciegos, narcotizados, sin poder ver la realidad de la dependencia, lo que provoca y genera de amargura y de dolor. Mientras no comprendamos que toda adicción es negativa, la brutalidad y la crueldad estarán ahí.
¿Podemos hacer algo si no miramos en la misma dirección? Si uno mira y va hacia el oeste y el otro mira y va hacia el este, ¿podemos hacer algo en común que sea verdadero?
El futuro psicológico no se puede planear de ninguna de las maneras. Pues el futuro en el ámbito psicológico, no existe. El futuro en el ámbito cronológico, material, sí que existe, cuando decimos que la semilla dentro de unos días va a germinar. El futuro cronológico es el llegar a ser, el devenir: iré de aquí donde estoy ahora, hasta la playa por carretera y llegará en media hora.
Pero en el ámbito psicológico el tiempo, como pasado, presente, futuro, no existe, es un invento de la mente. En el ámbito psicológico sólo existe el ahora, lo sin tiempo, lo atemporal, lo eterno.
La vida es dolor, porque él siempre está ahí al final esperándonos. Si yo te invito a comer y te preparo la mesa bien montada, con su orden y limpieza, te cocino varios platos, siendo los primeros muy buenos, pero el último está en mal estado, mal presentado, te provoca que tengas dolor de estómago y malestar, que enfermes, ¿qué valor tiene esa comida? Lo realmente importante es que no haya dolor nunca, ni al principio, entremedio, ni al final. ¿Es así la vida o el dolor siempre está ahí aunque usemos bonitas palabras, veamos la belleza por doquier, disfrutemos de la vida? La vida no es lineal, son momentos felices que al segundo siguiente se convierten en amargura, para volver la armonía y la felicidad, en una dinámica que no tiene fin.
Por eso, el verdadero problema, lo más importante es: ¿cómo, de qué manera nos liberamos del dolor? Y el dolor es el deseo, el devenir que no tiene fin. Y en todo ello está implicado el tiempo, que da continuidad al deseo, al crear el futuro: yo seré, yo llegaré, yo seré mejor.