1. En cada momento y oportunidad, tenemos la posibilidad de hacer o no hacer algo –ya sea con una persona, un trabajo, un proyecto-, pero cuando pasa esa oportunidad ya nada se puede hacer. Todo lo que hagamos como recordar, encontrar escusas, bramar de rabia y dolor por no haber hecho lo adecuado, de nada sirve.
2. Todo lo que nos sucede, ya sean las heridas y su dolor, las alegrías, los fracasos o aciertos, nos van moldeando la vida. De manera que es preciso cambiar. Lo que no podemos cambiar es la conciencia y la percepción que tenemos a la hora de ver lo negativo y descartarlo. Pues aunque nos convirtiéramos en monstruos malvados, esa percepción existiría, ya sea más o menos desarrollada con respecto a otros.
3. Tanto la muerte y la vida son una bella mentira y una triste realidad. Porque ambas están unidas, son lo mismo, de manera que una no puede ser sin la otra. Pero eso sólo son palabras, que no pueden describir esa realidad de lo que es la muerte y la vida, su origen, sus resultados, sus consecuencias, su tránsito, su cambio constante.
4. Las dudas, la indecisión, la indiferencia, la desilusión, no mata al amor. Pues el amor cuando es nadie ni nada lo puede cesar. Es cuando ya no está el amor en nosotros, que aparecen todos los obstáculos, inconvenientes, impedimentos.
Lo que sucede es que como creemos que el amor se puede conquistar, como lo hacemos con las personas, ese mismo hecho de conquistar es el que produce y genera esos impedimentos y obstáculos.
5. Describir lo que somos, es tanto como describir la vida. Pero la vida, como las personas no se las puede describir, se tienen que comprender. Y para ello, hay que amarlas todo el tiempo. ¿Es eso posible? Solamente esa respuesta será verdadera, si la descubrimos cada cual. No lo que diga el que dice que sabe, el maestro o gurú, lo que dice el único salvador, lo que dicen los llamados libros sagrados, lo que dicen los psicólogos o psiquiatras, lo que dicen el científico o especialista y su autoridad.
6. Y toda esa maravilla, sucede porque no interviene el ego, el ‘yo’, con sus infinitos requerimientos, deseos imposibles, miedos y huidas. El ‘yo’, que es pensamiento, que es tiempo psicológico, siempre está mirando al pasado o al futuro, para contrastar o asegurarse de que lo que va a hacer es ganancial, siempre un beneficio para él –es decir, nosotros-. Y como eso no es posible, llega el conflicto con la realidad que no me gusta, por lo que invento otra realidad que sí que me gusta y satisface. Y esa es nuestra vida, la de cada cual viva donde viva, ya sea en la riqueza o en la pobreza, en una gran ciudad o en un pequeño pueblo, sea mujer u hombre, ya sea culto o no, feo o agraciado.
7. Si decimos y planificamos lo qué vamos a hacer en el futuro, ya sea el inmediato, de mañana u otro día, ¿es eso real, verdadero o es una ilusión?
No lo podemos saber, porque tampoco podemos saber cuál será la intensidad del dolor que nos genera eso que requiere una respuesta. Y las respuestas son tan rápidas como lo determinen las necesidades, que es solucionar los problemas que nos están amargando con su dolor.
8. Cuando decimos: ‘Hay que dejar hablar al corazón sin escuchar la cabeza’, o al revés, ¿es eso posible? No lo es, porque la vida es la unión del todo, de la mente, del pensamiento, del cuerpo y su cerebro. De manera que cada cosa determina a la otra.
Ahora bien, falta saber si podemos ir más allá de todo ese conglomerado que somos. No lo sabremos si no nos ponemos a prueba, si no pasamos por eso, de primera mano.
9. Para conocer la tristeza, la indiferencia, la debilidad, el sufrimiento, no podemos huir de todo eso que somos. Porque en la huida hay división, conflicto, que generan confusión. Y si estamos confusos, no podemos tener el orden necesario para poder gestionar nuestra vida, trabajar, conducir el coche y las máquinas, ni las personas, adecuadamente. Por eso, cuando no huimos de eso que nos hace feos, que nos molesta, es cuando al estar con ello, junto a ello, lo podemos ver tal cual es, descubrir y comprender todo su secreto. Y es entonces, cuando sabemos cómo afrontarlo, como gestionarlo, como vivirlo, de manera que no haya confusión, sino orden.
10. Gabriela. En la vida unos hacen el papel de destructores, haciendo daño a los demás, y hay otros que intentan reparar lo destruido, que causan daño. En una guerra se lanzan millones de bombas y balas, para destruirlo todo de manera que al contrario le entre pánico y se rinda, si es más débil en ese momento de la guerra. Pero después, esos mismos destructores asesinos, se dedican a curar y ayudar a los heridos, a los que no han muero, para rehacer las carreteras, los puentes, las calles y edificios, escuelas y hospitales, etc.
¿Se puede esa macabra manera de vivir acabar? Para saberlo, primero hemos de ver si es posible acabar con nuestra guerra personal, que todos llevamos dentro de nosotros.
11. Las mujeres y los hombres no somos ni modernos ni viejos, somos como siempre hemos sido: necesitados de seguridad, de afecto, de cariño, de comprensión, de alimento, de un lugar para resguardarnos y poder descansar. Y eso es lo que nos iguala a todos, sean quienes sean, homosexuales, prostitutas, ricos o pobres, drogadictos, los intelectuales, los catedráticos, los primeros ministros, los presidentes, los reyes y los príncipes, los papas, los más pobres, miserables, desgraciados, como los afortunados. Todos somos pedigüeños, con miedo al futuro y al pasado, vulnerables y mezquinos, tan poca cosa que en un segundo nos podemos quedar fulminados y todo acabar.
Así que, ese mito tan absurdo e infantil de que los hombres y las mujeres no somos iguales, es el resultado de la ignorancia y la estupidez.
12. Cuando hemos hecho lo que teníamos que hacer, dando todo lo que tenemos para dar, lo que digan los otros, ¿eso qué valor e importancia tiene para nosotros? Por eso, opinar de los demás, si no están presentes para poder responder, debatir y defenderse, es tan ridículo, tan superficial, que hacemos daño.
13. Ser solteros o no, eso no es lo importante. Ya que lo importante es ser lo que se es, pero de una manera auténtica. Lo importante es cómo hacemos eso que tenemos entre manos, ya que si vivimos descartando lo negativo, lo que llegue será lo positivo, el orden. Y ese orden puede estar en cada cosa que hagamos, en cada faceta que somos.