Torni Segarra

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1. Lo que ha pasado, eso ya no cuenta. Lo que cuenta es lo que llega en el presente, ahora. Pero la mente, como está condicionada por todo lo que hemos sido durante milenios, tiene miedo a esa soledad que siente cuando perdemos algo. Y ese miedo nos divide, nos pone neuróticos, apareciendo los recuerdos, las imágenes, las visiones, que es todo del pasado. En el presente, en el ahora, el conflicto y su morbosidades neurótica, que es desorden y confusión, no pueden ser.
Si no estuviéramos condicionados seríamos libres. Lo que haríamos, lo haríamos sin ningún problema ni contradicción. Por lo que, hay que descubrir cómo funciona el pensamiento, darse cuenta y comprender de qué manera opera, cuáles son sus posibilidades. Y veremos que el pensamiento, solamente es de utilidad en el ámbito material y técnico, a la hora de aprender a manejar el ordenador, a saber cómo me llamo y donde vivo, o aprender un idioma. Pero en todo lo demás, en el ámbito psicológico y espiritual, ese pensamiento que es tan útil, es un estorbo, un problema, un impedimento.
 
2. El problema de las relaciones con los demás está en darles demasiado, total importancia. De esa manera se convierten como una droga, y nos hacemos adictos a      eso que nos da seguridad y placer sin dejarnos ver la realidad, sin ver todo el vasto panorama de la realidad. Así que, cuando eso llega a su fin, es entonces cuando nos damos cuenta de lo atrapados y débiles que estamos. Por eso, la libertad con respecto a todo es imprescindible para que los golpes por las sorpresas de la vida, no nos torturen con su amargura y nos destruyan.
 
3. El desear para tenerlo todo, eso es infinito, no se puede colmar. Y hasta que no veamos y comprendamos que eso de desear sin fin es una trampa, la trampa de la vida, viviremos con ansiedad, estrés, llenos de fricción mental. Donde el confort mental que esperamos tras los deseos sin fin, no puede llegar.
Por eso cuando vemos el juego, la trampa, mental del desear y desear, es cuando llega la paz de la no-acción, donde paradójicamente todo queda resuelto.
 
4. La sinceridad es orden. No la sinceridad de las palabras (que aunque tienen su utilidad no sirven para transmitir la verdad), sino la sinceridad que nace del orden interno. Y ese orden es el que llega cuando no estamos ni fragmentados ni divididos de los demás, de lo que estamos observando. Ese orden interno, al salir a fuera va a manifestarse en todo lo que hacemos, librándonos de la perturbación mental, de las neurosis y obsesiones, de decir una cosa y querer decir todo lo contrario.
Y ese orden es el que hace que podamos ir más allá de las palabras, sin darles importancia, que vayamos más allá de eso que queremos decir u ocultar. Por eso, cuando estamos completamente atentos a todo lo que se dice y sucede, nadie ni nada nos pueden engañar.
 
5. Aquí tienes este texto que trata de los ganadores y perdedores, los que exigen que se les dé perdón, sin ellos ser capaces de darlo a los demás que también les han hecho tanto daño.
Cuando hay una crisis, cuando sucede algo impactante que nos altera, es cuando nos damos cuenta realmente quiénes somos. Una de las cosas que más nos altera es la violencia, las muertes, la guerra. La guerra es un conflicto entre dos o más personas, que si es doméstica puede que tenga pocas consecuencias extremas. Pero cuando un conflicto entre miles o millones de personas, entre dos bandos enfrentados, no se detiene y prosigue eso es lo que se llama una guerra.
Y en las guerras cada uno hace –mata, destruye, etc.- todo lo que puede. Y si no hacen más es porque no pueden, ya que alguien –una institución u organismo, etc.- que no participa en esa guerra, tiene la libertad para decirle al que se pasa que no lo haga. Por tanto, todos los que participan en una guerra son igual de asesinos, son igual de destructivos, de crueles, de enredadores y astutos para acusar a su contrario y presentarse como el digno y único capaz de usar la violencia, de hacer la guerra.
Y esa estupidez y tontería, tan superficial y estúpida, prosigue incluso hasta después de acabar la guerra, con su violencia, destrucción, matanzas. Y empiezan a decir que solamente hay unos vencedores y perdedores, que solamente se puede glorificar y  homenajear, a las víctimas del que dice que es el vencedor, que no hay perdón por el mal que han hecho los otros, sin reconocer el suyo. Cuando todos son perdedores y ganadores a la vez, cuando todos son víctimas y verdugos a la vez. Por lo que, han acabado las matanzas, la violencia, pero la guerra todavía está dentro de ellos. Lista para volver a empezar.
Y como consecuencia se crea un coro mediático –prensa, televisión, radio, Internet, etc.- donde allí prosigue esa guerra que creen concluida. Para condicionar a las vulnerables e inocentes personas, para que ahora todos se hagan beligerantes, partícipes de ese conflicto.
La verdad es muy cara. Pero la verdad sólo tiene un camino: todos somos básicamente iguales en lo psicológico. Aunque hay algunos que no lo pueden comprender ni aceptar, sino que les irrita aún más. Pero la verdad está ahí, incambiable e imperturbable a la idiotez de los cretinos, que la quieren cambiar o destruir. Porque ellos siempre son guerreros aunque no lo quieran reconocer, lo blanquean con palabras, el miedo que generan, su poder que siempre es el de las armas del vencedor. Aunque el perdedor también haría básicamente lo mismo, si hubiera vencido. Porque todos somos iguales, pasamos por lo mismo, reaccionamos de la misma manera.
 
6. ¿Somos nosotros solos, los que logramos y conseguimos ser lo que somos? ¿O somos el resultado del condicionamiento, de las influencias, de la cultura, del momento y la época en que nos ha tocado vivir? Todo está unido y entrelazado entre sí. Por eso, creerse el único artífice de lo que somos, es no comprender cómo funciona la vida.
 
7. Banalizar la tortura y muerte violenta de los toros, en nombre del arte, etc., eso demuestra lo pobres y deteriorados que estamos.
 
8. Si se divorcia uno ¿han de aprobarlo los hijos y parientes? ¿Verdad qué es absurdo, dictatorial, es propio de fanáticos religiosos?