La diferencia entre la marihuana y la cocaína puede que sea la que hay entre una avioneta y un avión a reacción.
No solamente adormece la marihuana, al igual que todo en la vida, según la dosis que tomes te puede adormecer pero también te activa la percepción, te tonifica la mente.
En estas pláticas de Malibú, Jiddu Krishnamurti, se encuentra serio, irritado, casi a disgusto. Pero, al cuarto de hora de empezar cada plática, ya ha superado ese estado de seriedad extrema.
Logrando convertir algo que lo ponía triste en un situación de dicha, donde la energía fluía a raudales, donde reta sin ningún miramiento, donde corta, se olvida de lo que hace un segundo había dicho, se burla, canturrea, todo vuelve a ser la dicha de la comunicación.
Cada uno puede que tenga su destino que lo lleve a un situación que tenga un contacto con las drogas. Por tanto, con ellas, como sin ellas, uno necesita un comportamiento ordenado, excelente, en los deseos de más o de menos, que no se impongan a lo que realmente está sucediendo. De lo contrario se desencadena el conflicto y todo va a peor, en el sentido de ese desorden que siempre llevamos con nosotros.
Magdalena, ¿quién te va a decir que estás iluminada? ¿Quién sabe que está iluminado? ¿Hay un folleto, un programa de mano, que diga cuando uno está iluminado? ¿Entiendes de qué se trata, todas esas tonterías, que son un invento, un negocio?
Por tanto, uno sólo sabe si está en orden o no lo está. Ahí está todo el principio y el fin. Si hay orden, no ha conflictos, ni guerras. Sólo hay una buena relación.
¿Pero hay algo que pueda determinar que tú estás iluminado?
¿Puede alguien decirte que estás iluminado? Y ese alguien, ¿está él mismo iluminado para saber que es la iluminación? Pues él tampoco lo sabe.
Sólo se puede saber que uno está iluminado, cuando está más allá del conflicto.
¿Qué es eso?
Si somos capaces de resolver completamente un problema, todos los demás quedan resueltos. Solamente hay que comprenderlos, si hace falta llegar hasta su misma raíz.
Pero, cada uno tiene un movimiento, o más pausado o más rápido.
La necesidad llega cuando uno ve el desorden que hay en todas partes. Entonces, uno sólo vive para observar dónde está lo negativo, el desorden, porque si lo ve lo descarta radicalmente. Y descartando el desorden lo que queda es el orden.
Si uno tiene sensibilidad, es preciso ver el desorden, lo negativo, porque es lo que más le afecta y molesta.
Uno hasta que el semáforo no se pone en rojo, no se da cuenta.
Si está en verde es como si estuviera en rojo. Es decir, estamos en el ámbito del orden. Siendo el desorden estar confuso y cruzar sin saber bien que color tiene el semáforo.
Pero el problema sigue siendo la percepción, que ha de ser clara y diáfana, no distorsionada, para poder ver el desorden, la confusión. Porque, mientras no podamos ver claramente, todo va a seguir siendo lo mismo: conflicto, con todo su desorden.
Pero, si estamos en orden, sin confusión, da igual el color de las señales del semáforo, porque responderemos a ellas con ese orden, que es atención, respeto, donde el tiempo se ha detenido, y por tanto, no hay prisas ni distracciones, sólo viendo y disfrutando todo lo que está aconteciendo.
Ahí vamos. ¿Qué haremos para que la conciencia sea clara, inteligente, sin ningún problema?
Los buenos medios, los buenos materiales, generan buenas construcciones. Así que si queremos tener una buena mente, percepción, hay que tener orden, la ausencia de deseo de más y más o menos y menos.
Puedo conocer el orden si mi vida es un completo desorden, diciendo una cosa y haciendo otra. ¿O el orden llega de instante a instante en el darme cuenta del desorden? Por tanto, todo está en el ver. Y para ver uno ha de poner todo su mente, su corazón, su sangre, sus nervios, toda su vida, en eso que está mirando. De esa manera el orden se manifiesta descartando el desorden. Porque la inteligencia está operando, al no haber división alguna dentro de nosotros ni con lo que estamos haciendo o mirando.
Sí, Edward, está escrito en la legua catalana, que es la hablada en las Islas Baleares, en algunos lugares de Cerdeña, también en Andorra, en el Sur de Francia, en Cataluña y el País Valenciano -lo que se llama Valencia-. Aunque en cada sitio tiene unas variantes peculiares en cuanto a la fonética. Pues al ser un idioma que no tiene estado, está mal protegido, ya que el estado español tiene miedo a que esa región de habla catalana se independice. El mismo dictador Franco -estos que hay ahora en el gobierno son sus descendientes herederos de derechas, rozando la extrema derecha que está incluida en su partido-, cuando acabó la guerra civil, la prohibió, cambio los nombres de las calles y todos los que eran catalanes. Cuando murió el dictador, entonces llegó lo que tiene que llegar cuando muere un tirano: vuelve casi todo lo que reprimió y aplastó.