Torni Segarra

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Cuando observamos todo lo que está ocurriendo en todas partes: la desintegración de todos los valores -por superficiales que sean-, el hacinamiento en las grandes núcleos urbanos de hombres despersonalizados, la profusión de todos los escapes de la realidad -placeres, droga, sexo-, la violencia como modo inmediato para solucionar los conflictos, etcétera. Nos preguntamos: ¿Es posible qué el hombre pueda cambiar su actual curso que le lleva a la auto-destrucción? ¿Es posible desentrañar el porqué somos tan violentos y si ésta puede cesar? Algo que demuestra que hay una profunda crisis de valores es el aumento de los integrismos: todas las religiones están buscando en su raíz la solución a los males que nos apremian; y además la pérdida de todo el valor que querían darle a las llamadas democracias, ya que estas no sirven para dar solución a los grandes problemas que lleva consigo la vida.
La existencia de cada hombre se debate entre vivir de una manera mecánica y falsa, y percibir que algo no funciona bien pero que uno solo no puede hacer nada al respecto; y entre el darse cuenta que es preciso desprenderse de toda esta locura en que vivimos, para que surja algo nuevo que nada tenga que ver con el desorden y el conflicto, con el dolor y el sufrimiento. La vida es asombrosamente desconcertante, a simple vista, y a cada uno le depara un destino; y el nuestro es intentar, haciendo el menos daño posible, dar solución a este gran reto que es la existencia. En esto están implícitas todas las cuestiones que más nos perturban: la muerte, el amor, la felicidad y el dolor; todas estas cuestiones están relacionadas entre sí y solucionar una, es dar solución también a todas las demás.
Una de las consecuencias del enfoque negativo de la vida, es la violencia; ya que esta actúa como algo que constriñe y a la vez también como algo explosivo. Pero a nosotros lo que nos interesa es si es posible que la violencia puede tocar a su fin; si la violencia, con toda la confusión que provoca puede desaparecer; e inquirir si esto es algo fantástico, un sueño, o es algo posible digno de ser investigado. Las conclusiones son un obstáculo que debemos aparatar, si queremos que la observación de todo este complejo problema de la violencia sea auténtica y clara. Una conclusión es falta de profundidad, de madurez, es ilusión e ignorancia, es pretender detener el imparable curso de la vida. Desafortundamente las conclusiones son el soporte de los que rigen el mundo, por eso el caos, la extremada pobreza y miseria, la brutalidad del poder, están por todas partes.
Hay muchas personas que se han empeñado y se empeñan, en demostrar que se puede vivir sin violencia alguna. Desean llevar una vida no-violenta, una vida sin agresiones y sin guerras. Desean con ello ser felices y llegar a la paz. Uno se pregunta: ¿Es la violencia lo mismo que la existencia? ¿Es la violencia algo diferente de nosotros y por tanto de la vida? ¿O ella es parte integrante del mecanismo de la vida, del cosmos? ¿Hay alguna violencia negativa y otra positiva, o todas son negativas y por tanto rechazables? La violencia conforme la conocemos es precisa que exista, porque ella misma es la vida, es la existencia de todos los hombres. Aunque no queramos matar animales para comer, tendremos que ser violentos con los tomates y las patatas, o serlo también con ciertos animales que nos proporcionan alimentos: los que nos dan huevos, leche o miel.
Algunos científicos dicen que debajo de nuestros pies -al caminar- hay alrededor de cincuenta mil bacterias. ¿Qué diríamos de lo que destruimos en un paseo por el campo -aun intentando ser cuidadosos y respetuosos con todo-? Todo lo expuesto no quiere decir que se nos han abierto las puertas para que seamos todo lo violentos que nos venga en gana. La violencia es dolor, como la vida misma, por tanto lo debemos evitar lo más posible. Entonces el problema, la cuestión de la violencia queda en el ámbito del pensamiento, del nombrarla, del quedarse estancado y atrapado por ella. Cuando la reconocemos es cuando surge; y el reconocimiento es la manera con que opera el pensamiento.
Después de haber llegado hasta aquí hemos de decir que nuestro comportamiento es fundamental a la hora de solucionar el problema de la violencia; un enfoque violento de cualquier cuestión desarrollará posteriormente circunstancias para que se incremente aún más; y de esta manera daremos más importancia al pensamiento con sus desacertadas acciones. Todos los problemas tienen su nacimiento y su fin en nosotros; por tanto el último escollo al que hay que rechazar el pensamiento. Comprendiéndolo nos podremos deshacer fácilmente de toda su torpe manera de actuar. ¿Qué es pues el pensamiento, cuál es su origen? ¿Nos es de alguna utilidad, cuál es su función? ¿Podemos deshacernos del pensamiento sin ningún esfuerzo, es decir sin provocar ningún conflicto ni desorden en nosotros?
Primero que nada, el pensamiento si que es de utilidad en asuntos como recordar el nombre de la calle donde vivimos, cómo nos llamamos, cuál es nuestro trabajo, etcétera. Pero en lo concerniente a todo lo demás: en la relación, en la investigación de cualquier asunto, en el advenimiento de lo nuevo y lo no conocido, es un obstáculo. El pensamiento es el producto de la conciencia; y ésta es toda ella producto del pasado, de lo conocido. Cuando tenemos una experiencia el pensamiento la coteja, la analiza, la contrasta con lo que ya conoce y es entonces cuando nos divide de lo que observamos que es lo que estamos experimentado. El pensamiento es el mayor almacén de opiniones, de recuerdos, de conclusiones, que siempre se anteponen a lo nuevo. Para que cese el conflicto, y con él toda la desdicha de la violencia y del sufrimiento, hemos de fusionarnos con lo que observamos, hemos de ser indivisos, y esto no lo lograremos si no nos deshacemos del pensamiento.
Para que podamos aquietar el pensamiento, necesitamos mucha energía y ésta se consigue teniendo una gran pasión por toda la vida. En el momento en que uno está ardiendo por todo lo que le rodea, en el momento en que uno tiene una profunda atención por lo que está observando, en el momento en que el observador y lo observado son una misma cosa, en ese preciso instante el pensamiento ya no tiene cabida, es entonces cuando se aquieta y ya no es un estorbo. No es que lo hayamos destruido, sino que ha ocupado su verdadero lugar, ha recuperado su verdadera función. Cuando tenemos esa cualidad en la mente, no hay ya ningún problema por resolver; esa cualidad operará en nuestras vida y hará que surja todo un manantial de gozo, que es el sentimiento de amor por todo.