Torni Segarra

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1921. Todo eso son cosas de ‘toreros’ y los toros: irracionalidad, superficialidad, banalidad, crueldad, indignidad. Que eso es lo que quieren, ya que lo toleran y alientan, los que mandan, los poderosos, el establishment. Parecen imágenes de actos tercermundistas. 

 

 

 

 

 

1922. Parece ser que los negreros vuelven, o es que nunca se habían ido. Pero hace ya unos años, que están volviendo operar, haciendo de las suyas: explotando, siendo crueles con las personas menos afortunadas. Sin importarles el dolor y el horror que les generan. La dignidad, que sus actos brutales, crueles, les arrebatan.

 

Ellos no sólo son los responsables, pues también lo son los que mandan, los políticos y los que los votan. Pues a pesar de que son corruptos, han sido puestos en el poder para que manden y solucionen los problemas. 

 

 

 

 

 

1923.  Te das cuenta en el absurdo en que vives: tú le dices a un colega político lo que tiene que hacer. Pero, tú no aceptas que ese mismo político haga lo mismo que tú: cuestionar lo que considera negativo, sobre todo si va contra ti y tus ideas y teorías, carcas, nacionalistas fachas centralistas.

 

¿Dónde está la solución, en más mentiras, falsedades, en inventar leyes que van contra los más vulnerables, los menos favorecidos, en seguir siendo corruptos e inmorales?

 

No te creas que te salvas: estás podrido, como todos los políticos. Eres esa misma casta de fachas, que tanto abominabas. Y por eso, has de asumir tu corrupción. O descartar, todo lo que te hace corrupto. ¿Podrás hacerlo?

 

Por supuesto, no estás obligado a hacerlo. Pues tú lo has de ver, comprender. Porque, donde hay esfuerzo, forzar a alguien, ¿hay amor?

 

 

 

 

 

1924. Hay algo que está muy claro: Todos participamos de la misma mente global, universal. De manera que, lo que siente una mente, eso mismo pueden también sentir todas las demás: miedo, celos, odio, avaricia, codicia, toda clase de deseos inconfesables, sexuales, ganas de destruir a alguien, robar, ser corrupto.  

 

 

 

 

 

1925. El pensador y el que piensa, ¿no es el mismo pensamiento, no son la misma cosa? Es el ‘yo’, el que se cree diferente y por eso se divide. Generando desorden, confusión, malas consecuencias.

 

Ese ‘yo’ es el que ha creado las razas, los nacionalismos, las teorías religiosas, políticas. Toda la estructura de la sociedad, competitiva, corrupta, inmoral, brutal, cruel.  

 

 

 

 

 

 1926. Cuando la verdad está ahí, ¿puede haber lucha, esfuerzo conflictos, violencia, las matanzas en masa de la guerra?     

 

 

 

 

 

1927. Sin libertad total, absoluta, no puede haber inteligencia. Y esta inteligencia, que incluye al caos, es la que genera el orden.  

 

 

 

 

 

1928. Es tan haciendo como hacen todos los vencedores: ponerse ellos como los únicos buenos -como si fueran incapaces de matar y hacer daño-, y los otros presentarlos como si fueran los únicos malvados asesinos. Cuando en un enfrentamiento, un conflicto, una guerra, ambos bandos matan como pueden.

 

Todo lo demás, es no comprender la realidad, es hacer las cosas para sacar réditos políticos, para seguir en el poder mintiendo, falseando la realidad, de que en todo enfrentamiento los dos bandos hacen lo mismo.

 

Siempre que el vencedor en un conflicto, una guerra, ha conseguido la victoria, su trabajo consiste en presentarse como lo mejor, el orden, y los otros, los vencidos son lo peor, el desorden, el caos, la maldad.

 

Pero, en eso no hay paz, hay la dictadura del vencido. Por lo que, el enfrentamiento, la guerra, prosigue a otro nivel. 

 

 

 

 

 

1929. Por mucho que le demos vueltas, los dos bandos en un conflicto, hacen lo mismo. Es como se hace en las guerras: los dos bandos quieren ganar. Y para ello, harán todo lo que puedan hacer para vencer y dominar al enemigo.

 

Aunque esa victoria, no quiere decir que haya paz, concordia, buenas relaciones. Los conflictos y enfrentamientos seguirán ahí, aunque de otra manera.

 

Eso es muy fácil de ver, pues cada uno de nosotros hacemos lo mismo, en nuestras vidas cotidianas.

 

 

 

 

 

1930. Hay un momento en que la víctima y el verdugo, hacen lo mismo: intercambiarse los papeles a cada instante. Por lo que, sólo ellos son los responsables de sus actos y lo que provocan.

 

Es como en un incendio: al principio cualquiera lo puede apagar. Pero cuando se expande y llega a su plenitud, nadie lo puede apagar. Los demás, que intentan apagarlo, puede que sean devorados por el imparable fuego.