1846. Todos los dictadores, también invocaban e invocan su ley. Inventada exclusivamente, para proteger su negocio, que es el mandar. No te equivoques, estáis mal ubicados: en el lugar de los tiranos, dictadores.
1847. Las guerras en los países pobres, subdesarrollados, es el campo de batalla de los países ricos, poderosos. Que no quieren perder el mercado, sus influencias, para tener más privilegios, ganancias.
1848. Si uno quiere ayudar a los hambrientos, que van a morir ahora, mañana, cada día. No hace falta hacer grandes cosas. Sólo tiene que vivir austeramente, saber que tener mucho de todo va contra la ley de la humanidad.
Esos ricos, multimillonarios, los poderosos, que dan unas monedas -unas migajas, una miseria, para lo que son-, eso es absurdo. Porque, se presentan como si fueran los bomberos, que van a pagar un incendio. Que ellos, por su manera de vivir, generan, provocan.
El problema es, que esos provocadores del fuego, ni quieren ni pueden dejar de vivir, aunque sigan provocando el fuego -hambre, miseria, explotación, muertes- por todo el mundo.
1849. El racismo es miedo a lo diferente -a la persona diferente-. Porque, uno teme perder lo que es, la imagen que se ha creado, de cómo se vive en su sociedad. Porque, su ignorancia le hace creer que existe la seguridad, para que no le perturbe; cuando sólo existe la absoluta y total inseguridad.
1850. ¿Eso quiere decir, que un tirano como es transparente, no hipócrita, es real, sin miedo al qué dirán, ni de decir la verdad -la suya claro-, tiene carta blanca para hacer cosas de semi dementes? Por eso, hay que tener presente, que la vida también tiene su parte absurda, inescrutable, indescifrable.
Por tanto, todo lo que se diga, todo lo que nos llega, uno ha de tener una actitud escéptica. Cada cual ha de comprender, eso que se dice, nos llega. No depender de la autoridad de un maestro, gurú, de los que dicen que saben. Pues, ellos también están confusos, viven en desorden.
1851. ¿El dolor es libre para instalarse en nosotros? Pues, cada uno lo siente de diferente manera. Cuando a alguien se le muere un amigo, siente tristeza, dolor. Pero, hay otros que no sienten nada, son indiferentes.
Por eso, ese dolor que sentimos, por alguien que nos golpea, en cierto modo es una exageración subjetiva. Pues, hemos de saber, comprender, que todo lo que existe puede desaparecer, entre ello las personas. ¿Por qué, nos conmueve tanto la muerte de los otros?
Porque, nos polarizamos ese hecho de morir en nosotros. Vivimos esa muerte, como si fuera nuestra -el fin de todo, de los amigos, de los parientes, hijos, de ver el cielo, los árboles, sentir el frío y el calor, comer, etc.-.
Por eso, hay muertes que nos impactan mucho, nos desbordan, más si son una maldad de alguien, un asesinato. Pero, el peligro está en deslizarse por la senda del sentimentalismo, de la emoción, y llegar al odio, la histeria colectiva. Que quiere vengarse, quiere linchar al presunto asesino. Que es alguien que ha sido desbordado también, por una emoción, un sentimiento de envidia, de odio.
Por eso, hacer un espectáculo de todo ese proceso de la muerte, del entierro. Escudriñar lo que sienten los familiares más próximos, ver como lloran, como contornean sus cuerpos por el dolor. Ver a las personas, que gritan amenazando a la persona acusada, diciéndola asesina y toda clase de improperios. Eso no es adecuado, eso suele hacerse en los países subdesarrollados, los tercermundistas.
Porque, ellos no se pueden canalizar la rabia, el dolor, por los hechos que nos afectan. Y nos desbordan el sentimentalismo, las emociones más primarias. De manera que, nos vemos obligados a querer vengarnos, haciendo que queramos matar, hacer la guerra.
A todo lo dicho, hay que añadir, que esa energía de dolor concentrada, es usada por los poderosos, los políticos para sacar réditos en votos, presentándose como los responsables del orden, que es capaz de enfrentarse a los asesinos. Desviando así, la atención que va contra ellos, les agobia por las maldades, la corrupción, la ladronería que hacen. Con la ayuda de la prensa escrita, la TV., la radio, etc., que repiten y repiten sin cesar, todo lo que concierne a ese drama. Que adquiere un poder, que nadie se atreve a cuestionar, como se está haciendo ahora.
Porque tienen miedo a quedarse fuera, o que alguien rabioso acuse de que somos insensibles, estamos a favor de los asesinos. Y por eso, somos despreciables, miserables.