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La reencarnación no es un hecho, es un no-hecho. Pero, parece que nos gusta inventar no-hechos como consuelo, distracción y entretenimiento; y así huir de lo insoportable del vacío, de la nada.
Si me permites que te lo pregunte, ¿cuáles guerras fueron? Y, ¿volverías a hacerlas y participar en las matanzas por los dos bandos enfrentados?
Un día hablé con una persona que participó en la guerra civil española -1936/1939- y le pregunté si había participado en alguna batalla. Y él me dijo: "En una guerra o disparás o te disparan, unos van contra otros". Estuvo encerrado en un campo de concentración en el sur de Francia y luego lo trajeron a España y lo volvieron a encerrar, todo eso a la edad de unos veinticinco años. Y eso, son las guerras, dolor sufrimiento, amargura. Todo ello en nombre de una idea, una país, una bandera. Te lo vuelvo a preguntar: ¿Participarías otra vez en una guerra? O harías algo para para defenderla, como haciendo propaganda con escritos y charlas. ¿O ya has visto lo absurdo de la guerra, con todo el horror que genera?
Con afecto.
Pero, esta actitud de la sociedad tan patética, superficial y vulgar no se acaba en estas fiestas, compras y celebraciones. Esto sigue cada día, a cada hora, por lo que eso es siempre, es como una enfermedad crónica. Aunque los que lo vemos, es cierto que podemos ir más allá de toda esa desafortunada manera de vivir. Pero no es fácil, pues el reto es poder estar solo, libre de toda tradición, de toda repetición, libre del placer de sentirse arropado y acompañado por la algarabía de la fiesta.
Es muy difícil primero darse cuenta que vivimos separadas, pues cada uno tiene sus propias características culturales y sociales. Y luego de haberlo visto, uno tiene que ir más allá de todo ese condicionamiento para no dividirse del reto, de lo que ve en el presente, en el ahora.
Siento decirte que el alma no es un hecho, nosotros la hemos inventado, al igual que la reencarnación, el dios particular de cada religión, y de cada uno, las fronteras nacionales y la realidad que es la que más nos gusta y satisface. Así que, todo eso es falso es un no-hecho y por tanto genera desdicha y enfrentamiento, violencia y guerra.
Para saber si uno es libre, ha de darse cuenta si su relación con las personas es buena, sin conflictos ni contiendas interminables, sin desdicha y amarguras.
Pero la cuestión es, los que ven lo idiotizada que está la sociedad ¿pueden verlo, pasar por ello, y estar libre de esa manera de vivir? No hacer un conflicto, otra división.
Me llamó mucho la atención que cuando deje de fumar, las personas me daban para que fumara, me pedían un cigarrillo y también pedían fuego, yo siempre les decía que no fumaba. Y así hasta un año más o menos. Después y ahora nadie me invita para que fume, no me piden fuego ni tabaco. Eso es debido a que todo mi ser, de una manera total y absoluta, ha dicho no al tabaco y a fumar. Y las personas lo captan, lo perciben. Y ese es el problema: no vale decir no quiero esto o aquello, sino que hay que ir hasta la misma raíz donde está el verdadero problema.
¿Cuáles fueron los motivos de aquellas guerras? ¿O ibas a la guerra como van muchos jóvenes porque son aventureros y quieren experiencias fuertes y notoriedad? De todas maneras siempre ha habido guerras: cuando vivíamos como los animales, y ahora que lo tenemos todo, ya sea comida para alimentar a todos, máquinas para resolver los problemas burocráticos y logísticos, información y medios rápidos para desplazarnos. Pero, a pesar de todo, se mueren millones de personas de hambre, surgen problemas burocráticos imposibles de resolver y la logística falla. Y eso es así, porque los que fallamos somos nosotros. Esos avances en tecnología y en lo científico, no han sido acompañados en lo moral, pues si tuviéramos moralidad nadie moriría de hambre y el orden que generaríamos daría paso a una excelencia en todos los ámbitos: en el hogar familiar, en el barrio, en la ciudad, en el trabajo, en la diversión, etc. Pero, al vivir en desorden, al ser inmorales y corruptos, eso lo contamina todo, cada cosa que hacemos, inventamos o planificamos es un producto de ese desorden y confusión, que a su vez genera el conflicto, la contienda y la guerra. Para no hacer la guerra uno no tiene que querer ganar ni tampoco perder.