Torni Segarra

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247. La maldad es para todos la misma, es en todas direcciones. Ya sea la del niño, la del joven, la del adulto, las de las parejas, la de las mujeres o los hombres, la de los viejos. La maldad es hacer algún daño a los demás.
Lo primero es ser consciente de que se está haciendo algún daño. Y luego si somos afortunados, solucionar el por qué es que queremos hacer daño. 
 
248. Hacer el bien, dando lo que nos sobra a los demás es adecuado. Pero ha de ir acompañado por la intencionalidad que le demos a eso que hacemos. El dar haciendo un negocio de ello, o para vengarnos de algo o de alguien, puede convertirse en un veneno que nos destruye todo lo que tenemos de dignidad. Porque eso, de una manera o de otra, va a volver a nosotros.
 
249. ¿Quién ha creado a dios? Y, ¿quién ha creado al que ha creado –el creador- a dios? No hay respuesta. Sólo hay contemplación, visión de todo lo que sucede, del orden que sucede. Y en ese orden se incluye a nosotros, a cada cual y lo que hace.
 
250. Comer alimentos para que pueda funcionar el cuerpo adecuadamente, es preciso. Pero comer de la sabiduría eterna, de la omnipresencia y la Inmortalidad, también es preciso para poder funcionar adecuadamente.
 
251. El egotismo nos hace feos, sin belleza. Pues alguien que vive dividido, creyendo que es único e inmejorable, nos aísla, nos enloquece, nos convierte en idiotas o en fieras salvajes.
 
252. ¿Podemos ir más allá de todos los eventos, incidencias, que nos amargan la vida, que nos hacen fríos y endurecen nuestro corazón? Si no podemos, entonces estaremos acabados.  
 
253. Depender de otra persona para ser feliz, ¿es eso posible? Dependemos del chofer del taxi para ir de un lado a otro, dependemos del mecánico que cuida del ascensor, dependemos del empleado que nos sirve la comida en el restaurante. Pero, ¿alguien nos puede servir la felicidad que uno no tiene dentro de él? Los que dicen que ellos nos van a llevar a la felicidad tampoco son felices, viven en confusión, en desorden. Por tanto, solamente nosotros hemos de descubrir si la felicidad es una realidad o es una ilusión. Y cuando lo hayamos descubierto, es cuando sabremos qué es la felicidad, si existe o no puede existir.
 
254. Decir a alguien: ‘Pase lo que pase siempre estaré a tu lado’, eso no es un regalo, es una suposición. Porque hasta que no llegue ese momento dramático, que es el tener que depender de otro para poder solucionar un problema, no podemos saber cuál va a ser nuestra actitud. Pues el futuro, no se puede planificar ni controlar, ni saber lo que va a ser.
¿Por qué queremos decir, comprometernos, hacer promesas, que no sabemos si las podremos cumplir, es porque hemos convertido las relaciones en un negocio, en un arma de poder?
 
255. Es verdad que el que entra en esa dinámica del más allá, de lo esotérico, eso tiene sus efectos. Pero también es cierto que los que no saben nada de todo eso, que viven como niños inocentes fuera de ese ámbito de lo oculto, no les ocurre nada, ni tienen esas experiencias tan desgarradoras.
Es como cuando uno entra en una calle dedicada a las tiendas, o los bancos, o los restaurantes y las salas de fiesta. En el momento en que entramos, vamos a ver y a encontrar todo lo que hay en esa calle. Pero el que no entra está al margen de todo eso.
Y por eso sabemos que todo está en la mente, en el pensamiento. Si le abrimos la puerta a lo que sea, a cualquier cosa, eso que es va llegar.
Por eso, Jiddu Krishnamurti se refería a todo eso y decía: ‘Desafortunadamente los que tienen poderes psíquicos, los tienen que descartar, ya que son negativos.’
 
256. No, no es mi pregunta, Victor. Es una realidad, que todos podemos constatar.
Pero, JK lo decía, al igual que los que pasan por eso, porque nada de eso se puede demostrar, es como una alucinación, un delirio. Y lo que no se puede demostrar, porque no es un hecho -aunque tenga sus efectos-, va a causar toda clase de problemas.
 
257. Todo lo que nos dicen nos puede doler o no. Depende del estado de quien lo dice y de quien lo escucha y recibe.
 
258. He leído tu entrevista en el diario…, de ayer. Gracias.
 Lo que más sorprende de una religión organizada es que queriendo poner orden en lo mundano y en lo espiritual, lo hagan de la manera como lo hacen. En el aspecto mundano se han entremezclado con las autoridades políticas, con los que mandan, los ricos y poderosos. Por lo que han perdido la libertad y se han convertido en servidores domésticos, al recibir abundante dinero y prebendas. Adoran tanto lo mundano que han construido toda clase de palacios, edificios, templos tan grandes que son inviables, llenos de oro, tapices, etc. En el aspecto espiritual, se han convertido en idólatras, adoradores de piedras, maderas, lienzos, etc., pintados, convertidas en imágenes, signos. Tienen sus supersticiones, sus ritos y ceremonias, como si fueran brujos, llenas de palabras y libros que dicen que son sagrados. Creen en ideas y teorías, que chocan con las ideas y teoría de los demás.
Cuando la religión, al ser la manera de vivir intentando hacerlo con orden, necesita deshacerse de todo lo que genera división. De manera que la religión no tiene libros, ni dogmas, ni mandamientos, ni salvadores ni santos que adorar, ni leyes ni preceptos. Ustedes han convertido la religión en un tribunal que gestiona sus leyes que impone: el bautismo, el casamiento que ha de ser indisoluble, la muerte y sus rituales folclóricos, gestiona sus normas y preceptos. Cuando todo eso no sirve para nada, salvo el de atrapar a las personas por el miedo que les han infundido, tanto a la vida como la muerte.
La base y la raíz de la religión están en el amor. Y para que el amor sea, ha de haber libertad total y absoluta en todas direcciones, porque así es de la única manera en que la división y el conflicto no pueden arraigar, tal como llegan se van. Eso es la religión: la ausencia de conflicto entre las personas. Todo lo demás, mera palabrería, un negocio. Y para ello, uno tiene que ver y comprender la manera cómo funciona el pensamiento, la mente, y su invento que es el ‘yo’. Ya sea el ‘yo’ católico, protestante, musulmán, judío, hindú, budista, socialista, comunista o capitalista. Ese ‘yo’, el ego, insaciable lleno de vanidad, de exhibicionismo, siempre deseoso de perseguir y experimentar el placer.