Torni Segarra

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910. Cuando se utilizan tano las palabras para explicar y justificar lo que es evidente, ¿está ahí el amor o ya ha desaparecido? El amor no se puede explicar, está ahí o no está. 

 

 

911. El objetivo, el camino, sin las obras, sin hacer lo adecuado para que no haya división ni conflicto, es mera palabrería. Ese es el absurdo de los que creen, que están aferrados y atrapados en eso que creen, y se dividen de la realidad. La realidad, la verdad, es una tierra sin caminos. Donde no hay ‘mi’ verdad ni ‘tu’ verdad. Sino la verdad que no es de nadie, libre de enfrentamiento, contienda, conflicto. Si no es así –la ausencia de división- la compasión que es amor no puede ser.

 

912. Si hay división hay desorden y confusión. Y así la inteligencia no puede operar. La inteligencia y la sabiduría, llegan cuando  la división con sus complicaciones y problemas no son.

 

913. La verdad está ahí delante de nosotros en cada cosa, reto, es toda la vida. Y la vida es responder a los retos. Para responder a los retos adecuadamente, no ha de haber división entre ellos y uno mismo. ¿Qué sucede entonces? A veces no hay división. Y a veces sí que la hay. Pero esa división no es el problema. El problema es que hago con ella, cómo me las veo con la división. Porque si me divido de esa división seguirá la amargura del conflicto y el desorden en mi vida.

 

914. Creemos que podemos olvidar como si cerráramos el ordenador, pero eso no es así. Pues la mente no se puede gobernar, ella trae lo que ha grabado en el pasado de una manera caprichosa, recurrente. Por eso, hay que dejarla que opere como ella tiene que hacer. De lo contrario si queremos disciplinarla, reprimirla, cambiarla, se genera conflicto con ella y todo va a más. Es como un fuego que al arder, solo queda ceniza, donde todo ha acabado.

 

915. ‘Una flor silvestre crece hermosa en soledad, no necesita un jardinero que la cuide y la atienda. Pero cuando un jardinero toma una flor de esta clase, prometiéndole cuidarla siempre, la flor se vuelve delicada y espera la diaria caricia del jardinero. Si el jardinero deja olvidada a su flor ella empieza a marchitarse lentamente, con tristeza ve caer uno a uno sus pétalos sintiendo el frio en sus raíces, viendo cómo se deteriora su belleza que una vez no necesito de un jardinero para lucir esplendida.’

Si una planta y sus flores silvestres no son atendidas por una persona, un jardinero, todo su proceso vital es más rápido. Pues al no tener la protección del que la cuida, los insectos la agreden, las yerbas que hay por su alrededor la invaden, si no llueve se reseca y muere.

Así que la intervención del hombre las  hace dependientes de él, porque altera su proceso natural. Si los hombres no intervinieran en la naturaleza todo seguiría igual, pero de la manera natural. Si vemos un bosque allí hay un caos, que es el máximo orden posible. Pero cuando empezamos a tocarlo, es cuando llega el caos negativo para el bosque. Ya que al ser los hombres más poderosos que la naturaleza y el bosque, lo van a alterar y acabar con él.

La pregunta es: ¿Por qué tocamos la naturaleza y la alteramos al manejarla, ya sean las plantas, los bosques, los mares, las  montañas? Lo hacemos por necesidad. Porque necesitamos tener un jardín, con sus flores, necesitamos la riqueza del bosque y del océano, así como cultivar la montaña para que nos proporcione alimento, madera, crear pantanos para controlar el agua de los ríos.

Todo lo que hacemos es por necesidad, ya sea que nos la hayamos  creado o no. Ya que es preciso comer, beber, tener un lugar adecuado para resguardarnos y descansar. Y también necesitamos la pareja para poder responder y cumplir al mandato sexual. Así que todo está ordenado, nosotros  lo desordenamos e intentamos otra vez ordenar.

 

916. Destruir o no la naturaleza no es opcional, es preciso. Pues a cada paso que damos destruimos lo que hay delante de nosotros. En la selva para avanzar hay que abrirse paso con un machete para cortar la vegetación, defenderse de los animales que hay por allí.

Por tanto el problema no es si destruimos o no la naturaleza, sino cómo lo hacemos. Si lo hacemos por necesidad o lo hacemos para acumular riquezas, cazando por diversión para conseguir el placer de matar, obtener un trofeo.  

 

918. Todo en la relación entre las personas puede ser. Solamente falta aceptarlo, ya sea por necesidad, por un beneficio, un negocio, el placer.

 

919. Todo lo que hace una mujer, que quiere serlo sin huir de ello, está en la dirección de seducir a un hombre para que le dé lo que ella necesita. Y el hombre igualmente.

 

920. Todo se puede olvidar, pues la vida sabe que si no olvida se puede deteriorar, no sirve porque no se puede vivir. Por eso existe lo nuevo, lo que nada tiene que ver con el pasado, con el ayer, con el segundo que ya ha pasado. Vivir así implica que hemos de tener pasión por la vida, de manera que cada cosa que hacemos lo hemos de hacer como si nos fuera la vida en ello. Entonces con esa totalidad de la energía todo el pasado queda quemado, acabado, aniquilado.

 

921. ¿Qué es mejor vivir con libertad o sin ella? La libertad trae sus consecuencias y resultados, lo mismo que vivir sin ella. No hay salida posible: toda acción genera su reacción, que está al margen, más allá de lo que queramos o no.

 

922. El problema es permanecer en el presente y que no interfiera el tiempo psicológico que dice: ‘Esto se va a acabar. Voy a desaparecer en la nada. Pero me gustas tanto la vida, que es lo único que tengo, que no quiero morir.’ Y entonces es cuando aparece el miedo. Es decir, sin el tiempo psicológico del pasado, presente, futuro, del ayer, hoy, mañana, el miedo no puede ser ni operar. Por lo que el ahora para siempre, sigue escurriéndose como el agua entre las manos. Pero si lo veo tal cual es, tal cual está sucediendo, sin querer alterarlo, tal vez ese ahora eterno esté ahí.