557. Por eso, y de la misma manera, cada segundo que pasa es algo que no se va a repetir. Es como un lugar por donde pasamos, pisamos, que ya no se va a repetir esa experiencia. Así que el respeto a ese lugar, el cuidado que le demos, lo que hagamos en él, ha de estar ahí.
Y eso sólo puede ser cuando tenemos pasión por la vida, por todo lo que es la vida. Esa pasión que es amor, su compasión por todo lo que existe.
558. Sin la sencillez, que es la ausencia de las complicaciones, la vida es una lucha encarnizada por conseguir satisfacer todos los infinitos deseos. La sencillez es la naturalidad, lo que nos llena de belleza, lo que nos hace libres de todo el tráfago del mundo.
559. Todas las tonterías y estupideces que hacemos, todo lo que toleramos en los demás, es porque queremos conseguir el placer que nos puedan proporcionar. Así que, si comprendemos el origen del placer, desde la raíz, toda esa manera tan tonta de vivir no puede ser.
El placer es la droga a la que todos somos adictos. Y sin comprensión de lo que somos, de cómo funcionan el pensamiento, la mente, no hay liberación.
560. ‘Rodéate siempre de personas que te quieran de verdad, que se alegren de tus logros y de tu felicidad. Y que compartan la suya contigo.’
Cuando nos damos cuenta que el observador es lo observado, que no hay división entre ellos, es cuando hay comprensión de lo que somos. Y entonces, no veremos los fallos, lo negativo en los otros como algo exclusivo de ellos, sino algo que compartimos toda la humanidad.
Ver y comprender que el observador es lo observado, es de las cosas más difíciles. Porque el ‘yo’ cree que es diferente al ‘yo’ del otro, de los demás. Así que es la comprensión de eso ‘yo’ divisivo, vanidoso, egoísta, que tiene miedo, que buscas la seguridad, el que hay que comprender. Pues mientras opere el ‘yo’, seguiremos buscando la felicidad, creyendo que los otros son el impedimento, los culpables de nuestros problemas.
561. Todos somos capaces de odiar a los demás, a los que amamos, a las personas con quienes vivimos, a los amigos, a los que viven a miles de kilómetros. Pues el odio es la consecuencia de la división, que cree que los demás son los culpables de nuestros problemas.
562. No creamos que lo de ahora es completamente original, que nunca antes había sucedido, pues nada nuevo hay bajo el sol. Los hombres siempre han vivido como hombres, las mujeres han vivido como mujeres. Es decir, todos hemos vivido como seres humanos, sujetos a las normas de la naturaleza. Y también a las normas psicológicas, por las que funcionan tanto el pensamiento como la mente.
¿Se puede lograr otra manera de vivir, otro paradigma diferente del actual, donde el egoísmo, el miedo, nos dirigen todo lo que hacemos?
563. Esa banalidad que vemos tan cruel en los demás, sean quienes sean, es la misma que nosotros tenemos ante las guerras e invasiones actuales, ante los campos de concentración que hay, ante los millones que mueren de hambre y miseria mientras nosotros vivimos derrochando, destruyendo alimentos, de todo, enfermando por exceso de comida, bebida, drogas, etc.
La ignorancia cree que todo lo que hacen los otros, en el pasado o en el presente, es peor que lo que hacemos nosotros. Dentro de cien años, puede que nos digan que éramos banales asesinos por consentir que las personas se murieran de hambre, de miseria, por consentir que hubieran millones de apartamentos y viviendas en los lugares turísticos que solamente se usaban dos meses al año, mientras otros no tenían casas, ni apartamentos dónde vivir. Nos dirán que éramos asesinos, por consentir la pobreza y la miseria que tortura y mata, mientras nos gastábamos millones de millones en viajar por el espacio para ver qué hay o no hay, para dominar los planetas que nos rodean. Y todo eso sin que decayera la fiesta, con la más absoluta banalidad y naturalidad.
Esto es así, porque todos somos iguales. Cada uno actúa según su reto y sus necesidades que él encuentra precisas y urgentes para poder sobrevivir. Eso no quiere decir que hay carta blanca, barra libre, para vivir.
Los presos de la helada Siberia, cuando decidían escapar de las terroríficas prisiones, hace cincuenta años, cuando varios emprendían la huida, según viniese la situación, se mataba al más débil para comérselo.
564. El ojo por ojo y diente por diente, es como echar gasolina al fuego. Ese no es el problema en realidad. El problema es cómo vivimos y nos comportamos para poder llegar a ese extremo de querer destrozarnos, matarnos, aniquilarnos, arrasándolo todo.
565. Las tardes cada vez tenían más luz, eran cada vez más cargadas con esa energía que lleva todo lo que está creciendo. Esa oscuridad tan aplastante, tanto por la mañana como por la tarde, dejaban poco a poco convertirse luminosas. Los atardeceres, con el viento de poniente, se teñían de un rojo entre las nubes oscurecidas que eran arrastradas, sin agua, medio deshechas, descompuestas. Esa luz rojiza, que desaparecía y volvía a aparecer, parecía como si no tuviera prisa ni quisiera desaparecer.
Al tiempo, todo se oscurecía sin que las estrellas pudieran verse, ni la luna. Pues antes, una bruma blanquecina dejaba el cielo emblanquecido de manera como si fuera una hoja de papel, donde el cielo quedaba detrás, cubierto. Aunque esa presencia que siempre tiene el cielo, estaba allí. Y sólo las luces de la calle y de los apartamentos le restaban esa atracción, ya que no podía haber el contraste entre la oscuridad ambiente y el cielo siempre ahí presente.
La vida era agradable, divertida, rica, en las personas jóvenes. Ellos eran tremendamente poderosos, sin ser conscientes de ello, capaces de lo más inverosímil en todo lo referente a lo físico, en comparación con las personas mayores y los viejos.
Los viejos eran como náufragos que piden ayuda, que solamente se preocupan de su drama que es su cuerpo, que es su vida, su soledad psicológica, ante la parte final.
Y todos queremos vivir, y por eso, como los jóvenes, hacemos las cosas más inverosímiles para ello.