Torni Segarra

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7825. Todo es un milagro. Empezando por este planeta que tenga lo necesario para poder sobrevivir los que viven en él: aire adecuado, alimentos, agua, temperatura soportable para nuestros vulnerables cuerpos.
Y la suerte que tenemos que nuestro cuerpo todavía no ha sido destruido, como debe ser según el paradigma y la dinámica de vida y muerte –desde el mismo momento de nacer-, que impera en la tierra.
Por lo que sin el capricho de la vida –los milagros- nosotros al menos ya no estaríamos aquí para vivir esta desconcertante y sorprendente vida. Con todo lo feo y lo bello, la felicidad y el dolor que siempre nos acompañan.
 
7826. Las personas especiales lo son con respecto a las que lo son menos. No hay nadie que sea especial en el sentido estricto de la palabra. Pues cada cual según su nacimiento, el lugar y las circunstancias de su vida, va a desarrollar más que otros -que no tienen esas circunstancias- ciertas actitudes y maneras.
Lo especial, lo perfecto, no existe por sí sólo. Pues esos necesitan de la ayuda de los demás para ser lo que son. Y por tanto, cuando necesitan ayuda de los otros no son nada especiales ni perfectos. Es una invención nuestra, una ilusión.
 
7827. Las expresiones ‘perdón’, ‘quédate’, ‘te amo’, son un invento halagador para conseguir algo.
¿Qué hay que perdonar, o solicitarlo, si todos estamos condicionados a hacer lo que hacemos? Cuando tropezamos al salir de un lugar con otro que entra, y no nos vemos, ¿no es por la distracción, la falta de atención, por la sobrecarga emocional, laboral o física?
Y lo mismo sucede cuando le decimos a alguien: ‘Quédate’ o ‘Te amo’. ¿Por qué lo decimos? Porque necesitamos la ayuda de los otros, ser simpáticos, agradables, accesibles y parecer civilizados. Pero detrás de esa fina capa de civilización, está el condicionamiento que hemos heredado del animal que es el ego, el ‘yo’. Que siempre actúa en términos de ganancia, de poder, de subsistir al precio que sea y a costa de quien sea.
Así que esos perdones, deseos de amabilidad, de efusión de los afectos, son sólo una estrategia para sentirnos más seguros. Pues sin mediar palabras se puede transmitir realmente lo que éstas no pueden: lo nuevo que es amor. Sé que eso parece la actitud de un loco, que nos parece que hace lo que le da la gana. Pero la libertad, que es amor, es lo nuevo, lo que nadie ha tocado.
 
7828. ¿No nos damos cuenta que nosotros mismos nos hemos creado una ilusión, una trampa, cuando decimos que dios nos concede esto o aquello porque le rogamos, le pedimos, le imploramos?
¿Por qué creemos en algo que no vemos ni conocemos, en algo que es una idea o teoría, un dogma incuestionable, es por miedo de enfrentarnos a la realidad, a lo que es la vida? ¿No es dios una idea que ha creado el pensamiento, que se divide el mismo, creando el pensador y el pensamiento?
El pensamiento, que es la memoria acumulada a través de un millón de años, es todo el pasado. Y es este pasado el que se divide del presente, de lo que somos y hacemos ahora. ¿Puede haber amor –lo más sagrado- cuando estamos divididos tanto interna como externamente? La división es tiempo como hoy, ayer, mañana, pero lo sagrado, ¿no es lo eterno, lo atemporal?
Por tanto, la idea de dios –que es pensamiento- fragmenta la mente, la divide entre el que piensa y el pensamiento. Cuando sólo hay el pensamiento que engloba e incluye al pensador, siendo una unidad. Así que esa idea de dios, es un invento, una ola del pensamiento como tantos otros.
 
7829. Cuando llegamos al borde del pensamiento y vemos la realidad que no se puede cambiar, ni alterar, es cuando hemos de ir más allá de esta realidad. Y entonces, la realidad ya no es como la vemos siempre, sino algo diferente que tiene otro sentido y significado.
Ya que al no huir de la realidad, ni querer cambiarla, ni reprimirla, provoca una explosión de energía que genera lo nuevo, el amor.
 
7830. ¿Si nos miramos en el espejo, no nos vemos a nosotros mismos?  Pues eso mismo le pasa al pensamiento  que se divide, es la misma ilusión, la creencia de que es diferente del pensamiento. Cuando son lo mismo, como la imagen que nos reproduce el espejo cuando estamos frente a él.
 
7631. La guerra es una desavenencia, un desacuerdo, un conflicto en su máxima expresión, sin que de momento poderse resolver. Por lo que la división y los enfrentamientos llegan, y la violencia, la crueldad, las matanzas, se hacen algo normal y cotidiano.  
En ese estado tan divisivo, desordenado, confuso, las ideas ya no tienen ningún valor. Pues el único sentido es vencer al otro, al contrario, de la manera que se pueda. Por lo que, el caos, el desorden, la anarquía, son las que se imponen con todo el insondable dolor y sufrimiento para todos los que viven en esa vorágine de indignidad, de bestialidad, de crueldad, destrucción y muerte.
Y como siempre sucede, los más débiles, los menos afortunados, son los que más sufren las consecuencias de la barbarie de la guerra. Y todo por la frustración de no conseguir una idea, una teoría política, económica, nacionalista, religiosa.
 
7632. Es curioso que los creyentes todos se visten con un ropaje que los distingue y los divide de los demás. Ellos se creen en posesión de la verdad. Y en un acto de vanidad, quieren que todos lo sepan, se hagan creyentes de esa verdad, de su verdad. Y, por supuesto, también para impresionar y así darse importancia para que las personas se adhieran a esa idea o teoría que cree que es su verdad.
Pero la verdad no tiene camino, ni nada que la distinga, ni ideas ni teorías sean las que sean. Mientras el ‘yo’ esté ahí, la verdad –el amor- no es.