Torni Segarra

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* Narración sobre J Krishnamurti.

«Madre; por favor…

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… En la noche del 4 de octubre, Krishna sufrió más que de costumbre: la agonía se concentraba en su rostro y en sus ojos. Decía continuamente: “Oh, por favor, tengan misericordia de mí”, y “no quiero decir eso; por supuesto, ustedes son misericordiosos”.

Luego le dijo a Nitya que “Ellos” estaban limpiando sus ojos para que pudiera verlo a “ÉL”. Era, según dijo, “Como estar amarrado en el desierto, con el rostro vuelto hacia el sol deslumbrante y con los párpados cortados”.

Más tarde, en la noche, Nitya encontró a Krishna sentado en meditación, y otra vez percibió la vibrante presencia de un gran Ser inundando la estancia. Todo sufrimiento había sido eliminado. “Krishna”, escribió Nitya, “no vio Su rostro; únicamente Su cuerpo de un blanco radiante”.

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A la mañana siguiente, Krishna estaba en una disposición de ánimo rebelde; se hallaba semiconsciente, pero insistía en salir. Ellos tuvieron que detenerlo. Más tarde dijo que, al sentir un ardor terrible en la espina dorsal, había querido encontrar el arroyo del desfiladero para sumergir su cuerpo en él y así aliviar el ardor.

Poco tiempo después, sus acompañantes percibieron nuevamente la gran Presencia. “Los ojos de Krishna estaban extraordinariamente brillantes, y todo su rostro se veía transfigurado. Con su entrada, la atmósfera experimentó un cambio maravilloso. Percibimos la presencia de un Ser supremamente majestuoso, y Krishna tenía en su rostro una expresión de gran bienaventuranza”. Les dijo a Nitya, Rosalind y Warrington que se prepararan, porque un gran Visitante vendría esa noche. Pidió que la pintura del Señor Buda fuera colocada en su habitación.

Más tarde, cuando Krishna salió de su meditación, les dijo que el Gran Ser se había ido apenas la meditación había terminado.

Esa noche fue una espantosa noche de sufrimiento, y cuando pienso en ella me parece que fue la noche más angustiosa por la que Krishna haya pasado jamás. Sufrió terriblemente en las noches que siguieron y que parecieron mucho peores, pero pienso que esto se debió a la lastimosamente debilitada condición causada por esta noche. Antes de que el sufrimiento comenzara realmente, oímos que le hablaba al Maestro que estaba a cargo. Se le dijo a Krishna que no revelara nada de lo que se estaba haciendo con él, y él lo prometió; después se le dijo que el visitante regresaría más tarde; a las 8,15 Krishna dijo: “Él vendrá a las 8,15; comencemos, pues, rápidamente”. Antes de que ello comenzara, él había estado poniéndose de pie, y le oímos caer con un estrépito espantoso; entonces escuchamos a Krishna que se disculpaba: “Lo siento; me caí; sé que no debo caerme”. Durante toda la noche estuvo más consciente que nunca de su cuerpo físico. Ellos le dijeron que no tenía que hacer ningún movimiento, porque generalmente se retorcía y contorsionaba con el dolor. Pero ahora ‘Les’ prometió que no se movería y una y otra vez dijo: “No me moveré; prometo que no me moveré”. Entonces cerró apretadamente los dedos, y con las manos anudadas debajo de él se acostó de espaldas, mientras el terrible dolor continuaba. Le resultaba muy difícil respirar esa noche, y jadeaba continuamente y se ahogaba una y otra vez, y cuando el dolor se volvió insoportable y él ya no podía respirar, se desmayó. Tres veces se desmayó esa noche; y la primera vez que lo hizo no sabíamos qué había ocurrido; le habíamos escuchado ahogarse y jadear y sollozar con el dolor; y súbitamente, después de un largo jadeo, hubo un silencio mortal. Cuando lo llamamos no hubo respuesta; y cuando entramos en la habitación fuimos a tientas hacia él porque la habitación estaba totalmente oscura y no sabíamos dónde estaba acostado. Le encontramos tendido sobre la espalda, muy quieto y con los dedos tan fuertemente cerrados que parecía de piedra. Le hicimos volver en sí rápidamente y esto ocurrió tres veces. Cada vez que volvía en sí se disculpaba ante ‘Ellos’ por la pérdida de tiempo y les decía que había tratado de hacer lo mejor que podía para controlarse, pero que había estado fuera de todo control. A veces Ellos le daban una ligera tregua y el dolor cesaba, y en los espacios que dejaban las agonías del sufrimiento, solía bromear con Quien estaba a cargo, y a veces reía como si toda la cosa fuera un chiste. Y eso continuó así por una hora y cuarto. Hacia las 7,45 Krishna comenzó a llamar a su Madre; y cuando Rosalind iniciaba suavemente su entrada, él se puso terriblemente nervioso y gritó: “¿Quién es ésa, quien es ésa, ¿quién es ésa?”; y cuando ella hubo ingresado en la habitación, se desmayó. El ingreso de cualquier persona en la habitación mientras él estaba en este estado de sensibilidad, parecía trastornarlo. Ella estuvo con él por algún tiempo, y al cabo de un rato él le pidió que saliera de la habitación porque “Él iba a venir”. De modo que Rosalind y yo nos quedamos afuera en la galería y Krishna se sentó adentro, con las piernas cruzadas como en meditación. Entonces, al anochecer, percibimos como anteriormente la habíamos percibido, la Gran Presencia.

Después, cuando Rosalind y yo estábamos en la habitación, Krishna comenzó a hablar con personas que nosotros no podíamos ver. El éxito del trabajo a realizarse estaba asegurado, y aparentemente Ellos lo estaban felicitando, y la habitación se encontraba llena de visitantes, todos deseosos de alegrarse junto con Krishna; pero eran demasiados para su comodidad. Le escuchamos decir: “No hay nada de qué felicitarme, ustedes hubieran hecho lo mismo”.

Luego Ellos deben haberse ido, porque él lanzó un profundo suspiro y permaneció quieto por largo tiempo, demasiado cansado para moverse. Después empezó a hablar. “Madre”, dijo, “ahora todo será diferente, después de esto la vida ya nunca será la misma para ninguno de nosotros”. Y agregó “Le he visto, Madre, y nada importa ahora”. Una y otra vez repitió esto, y todos nosotros percibimos la verdad de ello; que la vida ya nunca sería la misma para ninguno de nosotros.

Esa noche, cuando nos fuimos a la cama justo antes de que nos durmiéramos, Krishna comenzó a hablarle a alguien que yo no podía ver. Escuché el final de la conversación: Al parecer, el Maestro D.K. había enviado a un hombre para que vigilara el cuerpo durante la noche; Krishna comenzó diciéndole lo mucho que lamentaba haberle causado toda esa molestia. Esta fue una de las cosas más dignas de atención entre todas las que sucedieron. La cortesía y consideración de Krishna eran extraordinarias, ya sea que estuviera por completo consciente o que fuera sólo el elemental físico el que hablara. Después de esto, el hombre vino a vigilarlo cada noche por cinco o seis noches. Krishna habría de decir. “Ahora Le he visto. Nada importa”.

Por esta época, el cuerpo se había debilitado mucho y caía constantemente en la inconsciencia. El sitio donde el dolor se localizaba iba cambiando constantemente. Pocos días después, el 6 de octubre, la agonía se había trasladado al cuero cabelludo. Algo que parecía haberse abierto en su cabeza, le causaba una tortura indescriptible. En un momento gritó: “Por favor; ciérrenlo; por favor; ciérrenlo”. Chillaba con el dolor, pero Ellos siguieron abriéndolo gradualmente. Cuando ya no podía tolerar más el dolor, Krishna profería unos gritos y después se desmayaba. Al cabo de cuarenta y cinco minutos, se quedaba tendido sin el más leve movimiento. Lentamente, retornaba la conciencia. Para su estupefacción, los acompañantes de Krishna encontraban que le estaban hablando como a un niño; un niño de unos cuatro años de edad o menos aún. Él volvía a vivir ciertos episodios de su primera infancia. Veía tres escenas distintas. En la primera, su madre daba a luz un bebé. Presenciar los tormentos de la madre constituía para él una conmoción terrible, y gemía y gritaba y seguía gritando: “¡Oh; pobre Madre; pobre Madre; qué valiente eres; ¡Madre!”.

En la escena siguiente, Krishna y su hermano, como niños pequeños, yacían seriamente enfermos de malaria. La última escena era la de la muerte de su madre. Él no podía entender qué estaba sucediendo. Cuando veía a los médicos darle medicinas, él le rogaba a su madre que no las tomara. “No la tomes, Madre, no la tomes, es una droga detestable, y no te hará ningún bien. Los médicos no saben nada Él es un hombre deshonesto, por favor, no la tomes, Madre”. Poco después, en un tono horrorizado, decía: “¿Por qué estás tan quieta, Madre? ¿Qué ha sucedido y por qué padre se cubre el rostro con su dhoti? ¡Respóndeme, Madre, respóndeme, Madre, ¡respóndeme!” La voz del niño continuaba gritando hasta que él volvía en sí y Krishnamurti había regresado. Esa noche, la presencia volvió otra vez para cuidarlo mientras dormía.

A la noche siguiente, según relata Nitya, “Ellos aparecieron otra vez para operar nuevamente sobre su cuero cabelludo”. Él estaba desesperado y gritaba de dolor -aun desmayándose ocho veces­ cuando éste se volvía demasiado severo. “Les rogaba que abrieran lenta y gradualmente, de modo que pudiera acostumbrarse a ello poco a poco. “Se ahogaba y tenía dificultades para respirar. Un poco más tarde, se volvió otra vez un niño, y uno podía sentir su aversión por la escuela. “Madre, hoy no necesito ir a la escuela; ¿verdad? Estoy terriblemente enfermo; Madre”. Y después de un rato: “Madre, deja que me quede contigo; haré todo lo que quieras; tomaré aceite de castor si lo deseas, pero déjame quedarme contigo”. Y luego: “Madre, tú sabes; escondiste de nosotros la caja de bizcochos; bueno, los hurté de esa caja. He estado haciendo eso por mucho, mucho tiempo”. Cuando Rosalind rio, Krishna se sintió muy lastimado y dijo: “Madre, siempre estás riéndote de mí; ¿por qué te ríes de mí?”.

Más tarde aún, después de hablar muchísimo acerca de serpientes, perritos y mendigos, “él habló de ir a la capilla donde había visto la pintura de una dama sentada, con las piernas cruzadas, sobre una piel de venado”. Nitya tenía un vago recuerdo de que podía haber ahí un cuadro de A.B. y sugirió esto. Krishna no conocía el nombre de ella y preguntó: “¿Quién es ésa?” Agregando: “Ella se parece a alguien que conozco, sólo que no es igual; se ve muy diferente”.

Pronto se hizo patente un cambio. Para entonces él podía dejar su cuerpo con extraordinaria facilidad y rapidez, y el regreso ya no ocasionaba más estremecimientos. Más tarde, esa misma noche, dijo que ‘Ellos’ habían dejado abierto el centro de su cabeza. (Esta es posiblemente una referencia a la apertura en el cuero cabelludo, que en la kundalini yoga se considera como el Sahasrara o el Brahmarandhra; la flor de loto de los mil pétalos totalmente abierta, reposando en el supremo vacío. Con esta apertura vienen la unión y liberación final para el yogui). El hombre que ellos no podían ver, vino nuevamente para estar de guardia.

A medida que avanzaba el día, Krishna hablaba menos; continuaba desmayándose en las noches, pero despertaba pronto y tenía una gran vitalidad.

Había aún períodos en que se convertía en un niño. En cierta ocasión habló de un viaje en una carreta de bueyes, que duró tres o cuatro días.

El 18 de octubre, el dolor se derivó en frecuentes espasmos cuyas ondas habrían de dejarlo exhausto. “Fuimos bendecidos nuevamente con la visita del Gran Ser. El día 19 hubo una experiencia muy curiosa cuando él salió de su meditación. Comenzó a llamar una y otra vez a Krishna. Gritaba: ‘Krishna, por favor Krishna, no me abandones’”.

Después habló con Nitya y Rosalind y les pidió que “cuidaran con esmero a Krishna, que nunca lo despertaran demasiado rápidamente, que no lo sobresaltaran, porque eso era muy peligroso”; “las cosas podrían estallar” si algo salía mal. Los episodios disminuyeron su frecuencia, y en noviembre de 1923, habían terminado.

El proceso, que no podían explicarse ni Leadbeater ni Mrs. Besant, habría de continuar intermitentemente en los meses que siguieron. Su cuerpo se quebrantaría y sacudiría con el dolor, y a veces golpearía contra el piso. Krishnamurti a menudo tenía que enviar a su hermano y a quienquiera que estuviese presente, fuera de la habitación, porque les resultaba difícil presenciar su agonía. Él solía desmayarse repetidamente, y al final de ello se le veía excesivamente cansado.

En 1924, Krishna y algunos acompañantes viajaron al extranjero, donde las experiencias prosiguieron. Hacia el fin de sus terribles dolores, él tuvo visiones del Buda, de Maitreya y de otros Maestros de la jerarquía oculta. El 24 de marzo, Nitya, profundamente perplejo, escribió a Annie Besant desde Ojai cuando regresaron de Pergine; Italia:

El proceso de Krishna ha dado ahora un definitivo paso adelante. La otra noche empezó como es habitual, y ninguno de nosotros esperaba nada fresco o nuevo. De repente, todos sentimos un inmenso embate de poder en la casa, mayor que el que yo haya sentido jamás desde que hemos estado aquí; Krishna vio al Señor y al Maestro; pienso que también vio la Estrella (La Orden de la Estrella de Oriente; una organización internacional, fue fundada por Annie Besant y C.W. Leadbeater en 1911. Mrs. Besant y C.W.L. fueron nombrados Protectores de la Nueva Orden y se declaró a Krishna como el Jefe de la misma. Se designaron representantes y se establecieron oficinas para cada país. La insignia de la Orden era una estrella de plata de cinco puntas. Se imprimía en Adyar un periódico trimestral con el nombre de Heraldo de la Estrella, que tenía a Krishna como editor. La primera edición apareció en 1911. Hacia 1914, la oficina de publicaciones se trasladó a Inglaterra) brillando afuera esa noche, porque todos nosotros experimentamos una intensa sensación de reverente temor, y era casi como el temor que yo había sentido cuando la Estrella se reveló anteriormente. Después Krishna me dijo que la corriente comenzó como de costumbre en la base de su espina dorsal y alcanzó la base posterior de su cuello, luego una parte pasó al lado izquierdo y la otra al lado derecho de la cabeza, y por fin se encontraron ambas en la frente; cuando se encontraron, desde su frente surgió una llama. Ese es el desnudo resumen de lo que ocurrió; ninguno de nosotros sabe lo que ello significa, pero el poder era tan inmenso esa noche, que parece señalar una etapa definitiva. Presumo que debe significar la apertura del tercer ojo.

Excepto por la visión del ‘Señor’, el resto es una clásica descripción del despertar de la kundalini”.

 

TS: El mismo cuento, la misma repetición. El que lo crea, como el que no, eso no va a cambiar el mundo. Ni tampoco a la humanidad.