Torni Segarra

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113. ¿Por qué quieres retener al que tú llamas ‘mi hombre’, si no es tuyo ni de nadie? Eso te va a esclavizar a ti y va a hacer un desgraciado a él. ¿No lo ves? Será como tener en una jaula a un mono, y tú su guardiana y esclava para que no se escape. Por lo que tendrás que ser brutal, cruel, violenta, hacerle mucho daño, para que no se escape. ¿Es eso lo que quieres para el hombre, al que tanto amas?

 

 

114. Decir a alguien que siempre estaremos ahí cuando se nos necesite, ¿eso cómo lo sabemos? Pues la vida es muy cambiante -vale decir nosotros-. Y que cualquier situación nueva, puede desencadenar unas circunstancias que nosotros no podemos ni manejar ni controlar. De tal manera, que cuando decíamos que algo era lo mejor, pasa a ser indiferente, molesto, desagradable.

Así que, como nadie sabe cómo va a derrotar la vida, lo que va a suceder con ella, es mejor no usar la palabra ‘siempre’ en un sentido personal, como si fuera algo opcional, manejable. De lo contrario llegan las sorpresas, los pleitos del ‘Tú me dijiste; del yo ya no puedo más, no puedo resistirte ni soportarte’.

 

 

115. Confiar en uno mismo -en nosotros mismos-, tiene su parte adecuada ya que nos libera de la dependencia de los que de una manera o de otra nos ayudan psicológicamente -ya que físicamente es preciso que nos ayudemos unos a otros-.

Pero al confiar ciegamente en lo que uno es, piensa, lo que hace, lo que necesita, todo eso que creemos que es lo mejor, lo inmejorable, la verdad, es la parte negativa. Pues nos hace tiranos, fanáticos, creyendo que los demás se tienen que someter, obedecer, entregarse a lo que decimos.

Y los otros, aunque no le demos importancia en principio, se van a defender de esa brutalidad, crueldad, llegando la violencia, la guerra.

¿Es así cómo queremos vivir?

 

 

116. Si unas personas nacieran en la selva amazónica sin posibilidad de contactar con los que viven lejos de allí, sin haber oído nunca la palabra dios, ni el significado que se le da, ¿cuándo llega un extraño de otro grupo, que no conoce, por qué no se han de hacer amigos?

Tal vez, esos salvajes tienen más orden en sus vidas, que cualquier persona que adora a los dioses, es devota de su dios.

 

 

117.’Usted no puede salvarse a sí mismo. El que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios’.

Lo peor que nos puede suceder es aferrarnos a una idea, teoría, una religión organizada. Pues toda organización, toda institución, lleva en sí la semilla de la corrupción. ¿Por qué no vemos que somos dependientes, de que estamos aferrados, atrapados por las palabras que otros han dicho, por historias y personajes extravagantes para impactar a las inocentes personas? ¿Por qué no vemos que al ser dependientes nos convertimos en personas que han de defender eso de lo que dependemos? ¿No han visto el drama que generan los fundamentalismos, que obligan a las personas, cual tiranos, para que se sometan a sus dogmas, creencias, supersticiones?

La religión no es adorar a los dioses, a los santos, no es el sometimiento a unas normas, creencias, dogmas; es la experiencia de la libertad, de unión con todo. Y eso sólo puede suceder si participa el amor en ello. Amor que es la compasión con las personas, con todo lo que tiene vida, es decir con la totalidad de la vida.

 

 

118. La patología que provoca el ansia de poder, tiene su raíz en el miedo, en el no ser, en la nada, el vacío existencial. Ese miedo, que es dolor, es el que hace de motor, es lo que nos desencadena el ansia de poder.

Porque el ansia de poder es el mandato genético de todo ser, de todo lo que tiene vida. Por lo que, hay una batalla continúa por imponerse al otro que se convierte en nuestro oponente; ya que el otro, él o ellos, también nos ve como su oponente.

Es decir, lo genético que es responder al mandato de subsistir y reproducirse, es lo que causa nuestra desdicha. Pero no hay manera de salir de ese paradigma, ya que tenemos un cuerpo que tiene su fuerza y poder, sus necesidades. Así que, viendo todo esto, sólo queda vivir con ello sin hacer un problema añadido más. Y si vivimos con ello, quiere decir que no nos hemos dividido internamente, que es huir, reprimirlo, alentarlo, sino simplemente verlo, estar con ello. Pues al no haber división llegará el orden, que es la manera de vivir en la que hacemos el menor daño posible a todo lo que existe.

Ya que hacer algún daño a los demás, es el la causa y el principio de toda patología.

 

 

119. Hay algo que hay que decir, cuando un filósofo, maestro, como Jiddu Krishnamurti, dice que estamos condicionados como occidental u oriental, como hindúes, cristianos, musulmanes, judíos, budistas, como esto o aquello, que ese ‘estamos condicionados’ también incluye a él. De lo contrario, si se autoexcluyera diciendo que los condicionamientos no le afectan, estaría mintiendo. Porque, no hay una mente individual, la de usted, la de JK, la mía, o la de cualquiera; pues, sólo existe la mente global, universal.

De manera que todos percibimos, nos llegan los mismos retos a los que hay que responder de miedo, del deseo de deshacernos de él; del deseo de seguridad, que va a desencadenar todo lo que somos y hemos hecho a lo largo de miles de años hasta el presente.

 

 

120. Hay algo que, a pesar de todas las enseñanzas, religiones, métodos mentales, corporales, psicológicos, tretas mágicas de la mente, nos trae a la realidad: lo inesperado, la verdad, se impone. Es decir, nosotros no somos eso que queremos ser: no violentos, pacíficos, santos, perfectos, iluminados, liberados, realizados, no somos la unidad indivisible, no duales. Pero nos han dicho desde pequeños que sí que podemos serlo. Por tanto, estamos condicionados para creer que podemos serlo. Pero como no es posible, es cuando creemos que somos hipócritas, diciendo una cosa, pero haciendo otra; creemos que somos un fracaso, unos subdesarrollados mentalmente. 

Pero si indagáramos profundamente en la mente, para comprender cómo opera el pensamiento; indagar cómo funciona la naturaleza, la vida, la realidad, entonces seríamos felices tal como somos: contradictorios y todo lo demás. Por supuesto que hacemos daño a los demás con las palabras, habladurías, al competir en los deportes, en unas oposiciones a un empleo, al competir por una pareja, aunque tal vez no nos demos cuenta ya que hay otros que también la desean. Pero, al darnos cuenta de todo el daño que podemos hacer, y nos pueden hacer, con tal solo una mirada, un mal gesto, una actitud brutal, el tono de voz, etc., y de todos los problemas que eso puede provocar -tanto patologías físicas como psíquicas- todo cambia. Porque estamos implicados en todo lo que es la vida, estamos implicados totalmente en el intento de hacer el menor daño posible a los demás.