Torni Segarra

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1993. Es verdad que apartamos a la muerte, buscamos lo que nos gustaría que fuera,  miramos a la muerte como algo raro y extraño. Y eso no es lo normal porque la vida es la muerte también, son las dos caras de la misma moneda.
Pero no por darnos cuenta de qué es la muerte, hemos de ser insensibles, indiferentes al dolor. Y por eso que la muerte es tan importante como la vida misma, no hay que banalizarla ensañándonos con los animales, maltratándolos, torturándolos, asesinándolos violentamente.
Alguien que ama a la vida, ama también a la muerte. Pero se cuidará y actuará con suma prudencia para no llamar a la muerte, no provocándola ni ejecutándola. Está claro que hemos de alimentarnos y para ello algunos comen carne, es decir sacrifican animales. Y eso está bien, es preciso. Pero otra cosa es torturar, maltratar, por diversión y placer a los toros. Esa macabra costumbre se ha impuesto a la sensibilidad de las personas, siendo degradante.
Una lucha organizada y planificada por los hombres entre un animal y un hombre, ¿es algo digno, es igualitario, justo, equilibrado? Los animales son para el campo.
 
1994. Origen de la crisis económica: sesenta por cien de fraude en las declaraciones de Hacienda -por cierto los más ricos que son los que lo pueden hacer-; casos de corrupción por miles y miles de millones de los principales partidos políticos; ayuda del Gobierno en miles y miles de millones a los bancos para sanearlos sin que éstos devuelvan la ayuda; prebendas, altos sueldos a cargos inútiles que no sirven para poner el orden necesario; ayudas a la Iglesia, al mantenimiento de la monarquía, etc.
 
1995. Ser demócrata es muy caro, tan caro que parece ser que no lo podemos ser, costear. Pero ser un fanático que esparce odio con sus fobias hacia un grupo de personas, demuestra lo mal que está la democracia. Pues la democracia es la que ha de poner orden -donde hay injusticia que haya igualdad, respeto-. Pero los que votan no son demócratas, son sumamente egoístas, donde ese de: ‘Yo sí que puedo pero tú no puedes y no te dejaré’, se impone.
 
1996. Este Jesús es un personaje histórico cualquiera al que hemos elevado a la máxima jefatura, y hemos creído en él. Al igual que otros creen en sus personajes, líderes, salvadores.
Al final todo es cuestión de afinidad, de condicionamiento, de creencia.
 
1997. Violencia –ya sea física o psicológica- es generar daño obligando a la fuerza a hacer o no hacer lo que uno quiere o no quiere.
 
1998. ‘Es absurdo pensar que vamos a entrar en el cielo, sin entrar en nosotros mismos’.
 
Toda idea, teoría, lleva en sí una posibilidad de afirmación y una posibilidad de negación. Por tanto, no sabemos nada. Sólo podemos observar, ver, contemplar; actuar cuando esa acción es lo mismo que observar, ver contemplar. Es decir, sin división.
 
1999. David, te has quedado -copiado y pegado- en el párrafo que más te ha convenido para decir que los toreros también han muerto muchos. Pero, yo también añadí el siguiente texto: ‘Alguien que ama a la vida, ama también a la muerte. Pero se cuidará y actuará con suma prudencia para no llamar a la muerte, no provocándola ni ejecutándola’.
Pues el que no quiere la muerte de los demás tampoco la quiere para sí mismo, las dos cosas van unidas entre sí. Porque el respeto no puede ser a una sola cosa: ha de ser a todas las cosas, a todos los seres vivientes.  Es como el amor. ¿Se puede amar a una sola persona?
 
2000. Las epidemias mentales son malas. Cuando mandaba el dictador Franco, ganaba todas las consultas. Unos por miedo y otros porque les habían comido el coco, siempre ganaba las votaciones que hacía. Hasta el día que se perdió el miedo y el encantamiento.
 
2001. Toda espera de un cambio, una mutación, nos deja en el mismo sitio de siempre: desorden, confusión.
Solamente cuando el vacío de la mente, está más allá del deseo, que la mutación sucede.
 
2002. La vida siempre tiene el mismo valor. Es nuestra ignorancia la que dice este animal –nosotros también lo somos- es más importante que otro, ya sea por nuestro condicionamiento cultural, el lugar donde nacimos y vivimos, etc. Y lo mismo pasa cuando decimos que la vida tiene más valor en el momento de la muerte. Pues si vivimos cada momento con pasión, con atención total a todo lo que hacemos, cada momento sucede a otro en una continuidad que no tiene principio ni fin.
Lo que sí que es extraño es que los que se llaman valientes para enfrentarse en una lucha a muerte con un toro, por placer y diversión, no sientan todo el valor que tiene la vida –ante la muerte inminente, en directo- y desistan, rechacen, descarten, y así poder gozar del azul del cielo, de la maravilla de un toro vivo, inocente necesitado de cariño asustado ante la presencia de un ser humano.
 
2003. Pues mientras no veamos que estamos presos del carcelero que es el ego, el ‘yo’, no seremos libres.
O sea, es el ‘yo’, que es una ilusión, el que hace de nuestra vida, la casa donde vivimos, la tierra, el cuerpo, sean una prisión.