1159. La conciencia pura deshace la división entre lo interno y lo externo. Pero eso es una declaración. Ahora hay que hacerlo una realidad.
1160. Este señor nacionalista centralista carca de derechas, es el clásico que se hace viejo, le entra el miedo y cada vez es más conservador, más autoritario, dictador. Y por supuesto como la mayoría de los viejos desvergonzado y caradura con los que puede serlo.
1161. El teatro nos brinda la oportunidad de que podamos vivir ciertas situaciones, sin que sean reales. Todo depende de la necesidad y de la capacidad de imaginación, de alucinación. Aunque las experiencias no serán reales, porque no las vivimos en primera persona, en directo, con todo lo que ello lleva consigo.
Es decir las experiencias mentales solamente son esos recuerdos del pensamiento que actúa inducido por algo que ya conoce: la cultura, el condicionamiento, la educación, el lugar donde vivimos.
Por eso, una obra de teatro, o de cine, mientras estén protagonizadas por seres humanos ya sabemos que es lo que va a ser la trama. Pues la trama será nuestra trama.
1162. Lo peor de las religiones es que quieren determinar el mal y el bien. Por eso, hay algunas que dicen que las serpientes son la encarnación del mal, satanizándolas. Y al mismo tiempo consideran a otros animales como la paloma o el cordero, como inofensivos. Olvidándose que ellos también tienen que comer, aparearse, etc., para sobrevivir. Y para ello, ser dañinos y malvados para los otros con los que compiten, o que se comen.
1163. Lo que quiere decir que a eso que decimos dios, es una invención nuestra.
Una pregunta: ¿Alguien que viviera en medio de una selva sin contacto con creyentes en dios, podría él creer en dios? No, creería en que hay algo grandioso, extraordinario, como es la vida, la naturaleza, el universo, que es incomprensible. Pero no crearía en dios.
La creencia en dios es muy pobre, mezquina, superficial. Es querer resolver el problema de la vida que no tiene solución. Es decir, poner en palabras lo que está más allá de ellas.
1164. ¿No nos olvidamos de las glándulas, del hipotálamo que responde a la emisión de más o menos luz solar, activando los organismos en su irrefrenable apetito sexual, reproductor? ¿Dónde cabe todo eso en el espiritismo, o solamente es todo como un cuento infantil para analfabetos, llenos de miedo y superstición?
1165. ‘No ser nada o solamente ser son diferentes forma de indicar lo mismo’.
Lo que cambia, lo que lo determina, es la manera cómo vivimos. Todo depende de lo que hacemos con el dolor. Si nos genera neurosis –división- o no. O lo que es lo mismo: qué hacemos, cómo vivimos esa neurosis. Es decir, no hacer un problema del problema.
1166. El amor no se puede compartir. Sólo se puede sentir, percibir, notarlo cuando ha llegado.
1167. Todo lo que decimos de dios se cae, cuando él es todopoderoso y consiente este mundo y su drama de horror, de dolor que parece que no tiene fin.
1168. Ese es el problema: ¿podemos estar en un estado de gracia, de felicidad, sin fricción y ligereza? No un ratito, unas horas, unos días, sino siempre.
1169. Por eso las normas son y están para los que creen en ellas.
1170. Es tan nacionalista centralista que todo lo que huela a Cataluña la altera de manera que pierde el sentido común, la lógica más elemental.
1171. El problema, Pam, ahora está en que como todo participa del infinito, todo lo que digas se puede tanto afirmar como negar infinitamente. Por lo que nos quedamos como siempre: sólo sé que no se nada. Salvo que hay angustia, dolor, sufrimiento, con algunos momentos de alegría, felicidad.
1172. Si tú ya has comido suficiente, tienes el estómago casi lleno, el ‘yo’ cuando ve algo apetitoso recuerda su sabor y quiere probarlo. Pero claro, si estamos comidos con lo que necesitamos para afrontar lo que tenemos por delante, ¿verdad que comer más es un derroche de energía? Pero el ‘yo’ insiste en los recuerdos, en el gusto tan sabroso que tiene eso que se nos ofrece la oportunidad de probarlo, y empieza a lanzar olas mentales para acercarse a la decisión de comer. Y ahí es donde está el momento dramático de decir no, renunciar.
Esto es bastante sencillo. Pero cuando nos referimos a una decisión más importante y decisiva, entonces los deseos contrapuestos empiezan a fluir. Y hay que dejarlos que salgan, jugar con ellos, verlos como nacen, se quieren imponer y se deshacen. Pero a medida que pasa el tiempo es cuando empezamos a ser más profundos, vemos a más profundidad, y entonces vemos, comprendemos, renunciamos, descartarnos radicalmente eso que hemos visto que es negativo, inadecuado, que nos causa desorden, sufrimiento,
Y entonces, en ese momento no hay un renunciar. Porque es tanto la unidad del ver, que ese ver es la misma acción. Donde no hay nada más que acción sin un motivo.