Torni Segarra

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619. Hay que ser un subdesarrollado mental para matar a un animal si no es para comer y poder sobrevivir.
 
620. La mente es nada más que palabras.
Y las palabras, no son los hechos. Pero lo que cuenta, lo verdadero son los hechos, no las palabras, lo que se dice.
 
621. El placer no es un problema, pues él es gozo, es celebración, es participación armónica de todo lo que sucede. El problema es la persecución del placer. Pues cuando somos desbordados por el deseo insaciable, que nos hace brutales y crueles, con tal de conseguir otra experiencia de placer, es cuando estamos perdidos. Ya que actuamos como adictos con todas sus miserias, sufrimiento y dolor.
El placer se ha convertido en un negocio, lo que complica más su experiencia. Pues está el problema de la persecución del placer –del adicto- y del que se vende participando para proporcionarlo.
 
622. La mente es la distancia entre sujeto y objeto. Y es esa distancia, al dividirse del objeto, donde comienzan todos los problemas: enfrentamientos, disputas, conflictos, violencia y las matanzas en masa de las guerras.
 
623. El método es la pereza mental y corporal. Los animales son su método, su programación, que les hace circular por un único carril.
Fuera del método, de la programación, no hay referencias y por eso todo es nuevo. Por eso para que venga lo nuevo, hay que morir a lo viejo, al método, que es el pasado.
 
624. Dios es una resonancia que cada cual se inventa. Y por ser una hechura nuestra se amolda a todos, a todas las circunstancias. Es como una persona que siempre está dentro de nosotros, en la mente, el pensamiento.
Todo lo demás, la religión, etc., son añadidos a eso que nosotros consentimos que esté dentro de nosotros. Es como un estado de posesión, con el agravante que el poseedor es el creador, dios, lo que le otorga la máxima autoridad.
El ateo, el no creyente, vive –o quiere vivir- en el vacío mental, la nada. Que por cierto, es lo más cercano a esas descripciones de lo que se llama dios.
 
625. Cada persona es ella, según sus circunstancias, sucesos, etc. Todos somos básicamente iguales en lo psicológico, por lo que todos estamos condenados a hacer lo mismo si tuviéramos las mismas circunstancias.
Pero como cada cual nace en un momento dado, de personas que han pasado o no por terribles experiencias, aunque en esencia el dolor y las alegrías son las mismas, la intensidad es lo que cambia. Es decir, todos pasamos por la tristeza, la alegría, pero unos lo sienten en un alto grado y otros no tanto. Pero la esencia es la misma. Es como la comida, los alimentos, sean como sean son  alimentos para comer.
Por eso, cuando nos conocemos a nosotros mismos, es cuando conocemos a toda la humanidad.
 
626. La educación ha de basarse en su esencia para que las personas no sean corruptas, ni inmorales. Pues la educación no solamente es en la ilustración, en la ciencia, etc.
 
627. Puede que ese político sea de los más descarados –ya que tiene la piel tan gruesa para ser un pasota- y que ha hecho más enredos bajo mano. Se creía un líder –y tal vez, aun se lo cree- pero es de la época de los descendientes de dictador Franco al que adoraba.
 
628. Al aferrarnos nos esforzamos de manera que nos hacemos brutales y crueles, generamos fricción, pérdida de confort. Pues ya hemos perdido la libertad, estamos perdidos agarrados creyendo que es lo único que tiene sentido en la vida, lo único que vale la pena.
Si somos afortunados, tal vez de la abundancia del dolor nos despierte la percepción profunda para darnos cuenta que con la división del aferrarnos van a seguir los problemas.
 
629. ‘Todo es el Ser o Brahman –dios sin forma-. El santo, el pecador, el cordero, y el tigre, incluso el asesino…. por lo que no tienen ninguna realidad, puede ser otra cosa, porque no hay nada más…. ‘.
La pregunta es: Si un animal salvaje nos quiere comer, o una persona nos quiere matar, ¿hay que dejarlo que lo hagan?
 
630. El problema de maya –ilusión- es que cuando uno quiere libertarse de ella el cuerpo se resiente, nos provoca dolor. Es como el que nunca ha llevado zapatos, y cree que es lo mejor, pero se los tiene que poner para vivir en una ciudad: los pies duelen, no quieren llevar zapatos.
Mentalmente ocurre lo mismos: cuando adoptamos una nueva manera de vivir, hay una pérdida de confort, de bien estar, que nos genera sufrimiento, dolor.
¿Puede el dolor cesar instantáneamente, ahora? El físico no. Pero el psicológico sí que hay una posibilidad.