Torni Segarra

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248. La belleza no está fuera de nosotros. La belleza, como la conocemos, nace dentro de cada cual. Uno puede ver la belleza en un lugar y otro no ver nada extraordinario; o puede ver la belleza en un cuadro, en una escultura, en una pieza musical ya sea antigua o moderna, y otros no ver nada de eso por ninguna parte.
La belleza para que la podamos ver, es preciso que estemos libres de división interna. Donde no puede haber confusión, ni agitación ni fricción, ni desorden. Solamente está operando la percepción libremente sin que nada la altere, fuera del tiempo y del espacio.
Por eso para percibir la belleza de algo, un lugar, etc., es preciso que haya orden interno: ni mal humor, ni depresión ni ansiedad, ni deseos desbocados, ni odio ni envidias ni celos.
 
249. ¿Estando cómo está el mundo sangrando por la violencia y las matanzas, por el hambre y la miseria, la pobreza, podemos seguir perdiendo el tiempo con profecías, lo que dicen que dijeron las vírgenes, los mesías y salvadores, etc.?
Lo que nos tiene que interesar es cómo acabar con este desorden y caos en el que vivimos. Y para acabar con esta agonía de vivir hemos de atenernos a los hechos. Y el único hecho válido es ver dónde está lo negativo, lo falso, y descartarlo.
¿Y qué es lo negativo, lo falso? Todo lo que nos enfrenta y divide, nos hace fanáticos dispuestos a imponer por la fuerza, por la brutalidad y la crueldad, por las matanzas, eso que decimos que es lo verdadero.
Pero lo verdadero no podemos saber lo que es si vamos a ello asertivamente, diciendo lo que es. Pues esa acción de afirmar lo que decimos que es verdadero es la acción del ego, del ‘yo’, del egoísmo. De manera que si descartamos esa actitud asertiva, afirmativa del ‘yo’, que dice que esto es verdadero y eso no, entonces es cuando llega el orden, el fin de la división y el conflicto entre el que dice que eso en lo que cree es lo verdadero, y el que dice que no.
 
250. No hay técnica ni método mental introspectivo que nos pueda cambiar. Pues lo que tenemos dentro, lo interno, es más poderoso que lo externo, que las leyes, las sanciones, los preceptos. Por lo que es uno el que tiene que ver que la insensibilidad, la indiferencia, la indolencia ante el dolor y el sufrimiento, ante la pobreza, el hambre, la absoluta ausencia de compasión ante los menos afortunados, es la causa de todos los males.
Pues los que sufren todas las miserias por una mala gestión, por una mala distribución de lo necesario para poder sobrevivir con  dignidad, van a generar su respuesta mediante la protesta, la disputa, la lucha y el enfrentamiento, la violencia y la guerra.
¿Es así cómo queremos vivir, Eugenio? Si no queremos, hemos de hacer algo. Y ese algo empieza por nosotros.
 
251.  He leído tu interesante entrevista al diario… de ayer. Gracias.

Viví unos tres años en Ibiza, en el Puig d’els Molins –Cerro de los Molinos-. Eso fue en 1986. Y unos diez años antes fui allí por dos veces.
Estuve en Formentera cuando la barca salía por la mañana de Ibiza y volvía por la tarde. También estuve unos días en casa de una maestra que vivía y tenía el trabajo allí desde hacía unos diez años. Y todo parecía como un juego fácil porque nos gustaba el lugar, el ambiente, la manera de vivir, cómo vivían los que vivían allí.
Tanto en Formentera, como en Ibiza, el turismo y los extranjeros ya se habían instalado con sus negocios, tiendas, hoteles, restaurantes, sus casas, los chalets. Y sólo algunos lugares en el interior, lejos de la costa, es donde todavía había ese ambiente que tú mencionas donde se podían ver cosas extraordinarias: la manera de vivir de los payeses, de los que vivían en el campo.
Pero, la mayoría de las cosechas de almendra, de algarrobas, de los olivos, no se recogían, ni se cultivaban los campos, pues todos ya tenían conexión con la manera de vivir convencional: tenían pensiones, un trabajo turístico o que dependía del turismo.
Los sitios bonitos, eran demasiado bonitos para poder serlo mucho tiempo: la unión de las casas y el medio ambiente, la unión con la tierra, los animales, el tiempo, las estaciones, la precisa unidad entre las personas.

 
252. Si dices: ‘Uno mismo desatando cada eje traumático a su tiempo y medida se va cortando eslabón por eslabón de la larga cadena que no se corta nunca en este mundo’. Entonces, eso no tiene fin. Y para que haya un cambio en que lo viejo, lo conocido, lo repetitivo, el pasado, llegue a su fin, ha de haber un acabar con eso que nos destruye la relación, la sensibilidad, que impide la compasión.
El tiempo psicológico, como el devenir, el llegar a ser, es un impedimento, pues como el tratar conseguir algo es en vano, ya que todo participa del infinito, siempre seguimos en esta manera de vivir confusa y en desorden. Creyendo que estamos cambiando, que vamos a cambiar dentro de unos días, unas semanas, meses o años.
¿Podemos ver en una sola mirada ahora, no luego u otro día, todo el desorden, la amargura y la desdicha que nos provoca, de manera que en ese ver se genere y produzca el cambio?
 
253. ¿Por qué no nos damos cuenta que todo tiene un fin, un acabar, ya sea en la alegría o en el dolor, y queremos que todo siga como siempre había sido, queriendo derrotar a la muerte que es el fin implacable? Rememorar el pasado recordando alegrías, dolores, es no acabar nunca, pues le damos combustible para que sigan ahí. ¿Será por qué somos supersticiosos, sádicos, masoquistas, disfrutamos del mal, que nos revolcamos con el dolor del pasado?
 
254. El devenir nos deja dentro de la ignorancia. Porque el devenir es el tiempo que no tiene fin, es la espera para que llegue la felicidad en el futuro. El fin de la ignorancia, es el fin del devenir y su tiempo que nunca acaba.